Los villancicos se originan en España y datan desde la época medieval, aunque su aceptación como género musical se dio durante el Renacimiento, a mediados del siglo XV. Originalmente, el término fue usado por los escritores renacentistas para hacer referencia a un estribillo tomado de alguna canción popular, lo que los convertía en cantos poéticos profanos. Sin embargo, cuando se introdujeron a Nueva España con la evangelización, los villancicos ya eran un género poético-musical exclusivamente religioso. A continuación les compartimos dos discos de villancicos grabados por la Compañía Infantil de Televicentro en 1962 y 1963
Frances Erskine Inglis, conocida como marquesa o madame Calderón de la Barca, vivió en México entre diciembre de 1839 y enero de 1842. La inglesa cuenta que en diciembre de 1840 fue invitada a celebrar Nochebuena en la Catedral Metropolitana.
En idiomas indígenas se conoce como Cuitlaxóchitl (náhuatl), en Chiapas como aijoyó (zoque); en Oaxaca gule-tiini (zapoteco) y lipa-que-pojua (chontal).
Falleció el 6 de agosto de 1986 en su casa de Coyoacán, en la Ciudad de México. Impregnado del nacionalismo cultural de la posrevolución, se convirtió en un director fundamental de la época de oro del cine mexicano.
Los aplausos que vinieron tras diluirse la dramática voz fueron tan estrujantes como la nostalgia que se esparció por el recinto. La audiencia reunida en el Carnegie Hall neoyorquino pudo esa noche de 1938 descubrir o reencontrarse con el que para muchos es el padre del blues: Robert Leroy Johnson.
Tras morir en España en 1547, la última voluntad de Hernán Cortés de depositar sus restos mortales en Nueva España fue una disposición más complicada de lo que él o sus descendientes hubiesen pensado. Esto finalmente pudo lograrse hasta el siglo XX.
Recuerdo de un naufragio: el “mástil del marino” anclado en el cerro del Tepeyac
Anclar nos refiere a un término náutico, el de asegurar una embarcación con un ancla contra “el ímpetu de los vientos”, apunta la Real Academia Española en 1770; pero también significa arraigarse a un lugar, como el navío de piedra ubicado al oriente del cerro del Tepeyac que “está todavía anclado sobre la elevada roca aunque el viento va ya para más de cien años que hinche sus velas”, escribió el comerciante y viajero alemán C. C. Becher a su esposa el 28 de diciembre de 1832, cuando visitó el santuario de la Virgen de Guadalupe en Ciudad de México.
El obispo Eduardo Sánchez Camacho y la polémica de 1896 sobre las apariciones del Tepeyac
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe ha sido un tema polémico incluso entre sus feligreses y las propias autoridades eclesiásticas. A fines del siglo XIX, el obispo Eduardo Sánchez Camacho enfrentó al Vaticano por negarlas y por afirmar que las procesiones y todo lo relacionado con la Guadalupana eran un sinsentido que incluso superaba el culto a Dios.
A principios del siglo XX la Villa de Guadalupe se percibía como una pequeña ciudad dentro de la gran metrópoli, con la antigua basílica como la máxima representación de su esplendor.
El escándalo estalló el 2 de septiembre de 1896. No era para menos. Por primera vez un obispo católico mexicano rompía con la Iglesia católica apostólica y romana. Ese miércoles el periódico El Universal publicó la carta en que el prelado de la diócesis de Tamaulipas, Eduardo Sánchez Camacho, anunció su ruptura con el papado y reiteró su rechazo a la legendaria aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac.