Con la llegada de los españoles a estos lares, se buscó integrar el trigo con el maíz y que el pan fuera el nuevo producto de mayor consumo, ya que los europeos buscaban que sus alimentos se produjeran en el Nuevo Mundo; no obstante, pocas tierras fueron propicias para la siembra del trigo y la producción fue menor a la esperada.
Los panes eran consumidos en diversas presentaciones por los españoles y criollos; entre ellas destacó el bizcocho, que no se enmohecía tan rápido y sobrevivía a los largos viajes por el mar. Mientras tanto, el maíz continuó siendo usado por la población indígena, que representaba el mayor porcentaje de la sociedad virreinal.
La venta de comida se arraigó en Nueva España, influida por una larga tradición comercial de origen prehispánico que incluía los puestos semifijos de los tianguis en la gran Tenochtitlan. Muchos indígenas tenían que trabajar fuera de casa, aunque contaban con poder encontrar comida callejera, la cual iba acompañada de pulque, que también se vendía en los puestos. En general, estos establecimientos operaban a contrapelo de la regulación borbónica novohispana del siglo XVIII.
Mientras el tamal prevalecía como uno de los principales alimentos de la población indígena, el hecho de integrar elementos como carne y guisos a una tortilla propiciaría el surgimiento del taco, el cual alimentó a muchos pobladores a partir del siglo XVIII, aproximadamente.
Asimismo, en el inicio de la centuria decimonónica, las almuercerías ofrecían alimento a indígenas, comerciantes y demás sectores de la población.
El reino del tamal
El tamal ha permanecido como uno de los principales antojos mexicanos por siglos. En 1852, Antonio García Cubas, en uno de sus relatos cuenta que, durante un paseo nocturno por Ciudad de México, se encontró con una tamalera sentada en el umbral de una puerta, al lado de una olla grande cubierta con lienzo blanco y que por tapadera tenía un plato de barro vidriado. Quienes pasaban por ahí la escuchaban decir: “Tamalitos cernidos de chile, de dulce y de manteca, pasen a merendar”.
Con el tiempo, de ser un platillo ocasional, el tamal pasó a ser de consumo cotidiano, tanto que se convirtió en el elemento culinario principal de una de las fiestas religiosas más importantes en México: el Día de la Candelaria, celebrado cada 2 de febrero.
Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "La sabrosa historia del antojito mexicano" de la autora María de los Ángeles Magaña, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 121. Cómprala aquí.