En el siglo XIX nace la cocina mexicana. Es importante mencionar que en aquel tiempo la función del antojito era de tentempié; es decir, que se consumía entre comidas. Mientras se suscitaba la búsqueda de una identidad culinaria que se apartara de la gastronomía europea, en las calles los alimentos seguían teniendo la misma base: maíz, frijol y chile.
La venta de comida se arraigó en Nueva España, influida por una larga tradición comercial de origen prehispánico que incluía los puestos semifijos de los tianguis en la gran Tenochtitlan.
La palabra antojito nos remonta a la idea de un alimento popular consumido por la mayoría de los mexicanos. Por su rica variedad, existen diferentes elementos que lo caracterizan y definen: puede ser basado en maíz, masa y harina, aunque otros opinan que es de preparación rápida, ricos en grasas y de bajo costo; algunos más afirman que debe llevar frijol y chile. Lo cierto es que deriva del término antojo, que significa “deseo apremiante y pasajero, habitualmente caprichoso”.
En el afán de convertir a la sociedad de la capital del país en una de “mayor categoría”, se incitó al consumo del pan. ¿Por qué no poner lo mismo del taco dentro de una telera o un bolillo?
Se ha dicho que tal fue la forma en que las mujeres, durante el siglo XVIII, enviaban los guisados para que sus esposos o familiares los degustaran en la comida; esto sucedía principalmente con los mineros.
Se lava el arroz y se pone á secar en una servilleta: cuando lo esté se pesa una libra, se remuele hasta que se haga polvo, y se echará en un cazo donde se va remojando con leche.
El libro El cocinero mexicano está considerado como el recetario más importante del siglo XIX en México. Reúne una mezcla de recetas de influencia francesa, española y criolla, así como de elementos indígenas.
Se toman tres libras de maíz de cacahuazintle, media libra de manteca derretida, ocho yemas de huevo, el dulce necesario y una poca de agua caliente. No debe quedar esta mezcla ni aguada ni muy espesa. Se le echa bastante canela, pasas, piñones, almendras, nueces y ajonjolí...
Costumbre francesa desde 1311, que pasó a España y después a Nueva España, donde el haba se sustituyó por un Jesusito que originalmente era de plata dorada, muy pequeñito y coronado. Quien encontraba el haba o el confite, estaba obligado espiritualmente a presentar el Niño Dios del Nacimiento de la casa en la iglesia cercana al 2 de febrero (Día de la Candelaria).