La memorable batalla de Peotillos

El día en que Xavier Mina derrotó a una fuerza realista varias veces mayor que su ejército republicano

Gerardo Díaz Flores

El día en que Xavier Mina derrotó a una fuerza realista varias veces mayor que su ejército republicano El 17 de abril de 1817 desembarcó en Soto la Marina, Nuevo Santander (hoy Tamaulipas), el cuerpo de voluntarios que se hacía llamar División Auxiliar de la República Mexicana, bajo el mando del joven guerrillero navarro Francisco Xavier Mina, con la intención de reforzar a las tropas insurgentes.

Aunque falló en su intento de arribar a las costas de Veracruz para unirse a Guadalupe Victoria, modificó su ruta para reunirse con las tropas de Pedro Moreno en Jalisco. El objetivo de Mina y su ejército era colaborar en el derrumbe de la principal columna de sostén en América de la monarquía absolutista de Fernando VII: el rico virreinato de la Nueva España.

La noticia de la invasión cundió de inmediato en el ejército realista, que estacionó 800 hombres en Altamira (Tamaulipas), y el 17 de mayo buques enviados desde Veracruz hicieron su aparición para destruir los navíos de la División. No lograron mayor daño a la tropa, aunque el informe al virrey Juan Ruiz de Apodaca exageraba la fuerza de Mina. Por su parte, el comandante de la Huasteca, Benito Armiñán, cubrió Altamira y Tampico porque ignoraba cuál sería la dirección que tomarían los invasores.

El general Mina dejó poco más de cien hombres a cargo de un pequeño fuerte, construido con adobe, en las afueras de Soto la Marina y al mando del mayor José Sardá, conminándolo a resistir si eran sitiados, ya que pensaba regresar por ellos apenas hiciera contacto con los insurgentes. Después de una escaramuza en la que el valeroso estadounidense coronel Perry derrotó a 350 realistas de Felipe de la Garza, el fuerte fue sitiado y sus defensores obligados a capitular, luego de una deserción que los debilitó. Los supervivientes fueron hechos prisioneros; entre estos, fray Servando Teresa de Mier –conspirador con Mina desde Londres en 1816–, quien terminó en las mazmorras de la Inquisición.

Allí escribió parte de sus Memorias y finalmente fue trasladado a La Habana, de donde ese hombre audaz escapó en 1820, por enésima ocasión, y se refugió en Filadelfia hasta la consumación de la independencia.

El temple insurgente contra la indisciplina realista

La División enfrentó, sucesivamente, a las milicias de oficiales de larga carrera contrainsurgente, como lo eran De la Garza y Armiñán, quienes, a su vez, estaban bajo el mando de Joaquín de Arredondo, comandante general de las Provincias Internas de Oriente y que había combatido al lado de Félix María Calleja. Sin embargo, como se verá, esas milicias no tenían el temple, ni la disciplina, ni la profesionalidad con los que sí contaba el pequeño ejército de los voluntarios de Mina, todos con experiencia en distintas guerras y bravos defensores de ideales republicanos.

En la última semana de mayo, Mina se internó en territorio novohispano hacia San Luis Potosí, con 308 hombres a caballo. Se formaban de este modo: 11 integraban el Estado Mayor a cargo del general; otros 31, la Guardia de Honor al mando del coronel estadounidense Gilford Young; 124 húsares (soldados de caballería) comandados por el mayor suizo Juan Maylefer; 56 del Regimiento de la Unión, del norteamericano mayor Stirling; 64 del Primer Regimiento de Línea, del capitán José Treviño, de la Huasteca; 5 soldados de artillería; 12 sirvientes de oficiales armados, y 5 ordenanzas del Estado Mayor. En esta tropa había veteranos de Inglaterra, Canadá, Alemania, España, Francia, Nueva Granada (Colombia), Italia, Irlanda, muchos estadounidenses, así como los nativos de Nueva España que se sumaron a la División en Soto la Marina.

Después de la triunfante batalla en Valle del Maíz (San Luis Potosí) el 8 de junio, Mina se enteró de que el comandante Armiñán lo seguía a marchas forzadas desde Altamira, junto con un numeroso cuerpo de caballería e infantería. El general avanzó con rapidez por las planicies desérticas, carente de agua y provisiones, con sus guerrilleros sumamente fatigados y hambrientos, hasta llegar a la hacienda de Peotillos el 14 de junio por la noche.

Para su sorpresa, encontraron que los habitantes habían huido llevándose alimentos y todo lo que podía avituallar a las tropas. Dado que era mayor la urgencia de descanso, tanto para hombres como para bestias, se dispusieron a dormir esperando comer al día siguiente.

El día 15, muy temprano, encontraron gallinas y puercos, y comenzaron a preparar un desayuno para toda la tropa. Pero a las ocho de la mañana le avisaron al general que la vanguardia del enemigo se acercaba y de inmediato dispuso la alerta de combate. Con un grupo, Mina llegó a una pequeña altura cercana desde donde se divisaba la planicie; al ver la cercanía de los realistas, decidió que el choque era inevitable, ya que si defendía el punto sería sitiado y exterminado.

En su libro Memorias de la revolución mexicana (1820), William Davis Robinson, capturado en septiembre por los realistas, dice que Mina cabalgó de regreso y le hizo saber a su tropa que la avanzada enemiga de caballería era de unos 400 jinetes. Tras ellos, una nube de polvo advertía la fuerza principal del comandante Armiñán, por lo que el general le propuso a la División enfrentar a la vanguardia y escapar. Su objetivo era reunirse con las tropas independentistas, aunque ignoraba que para entonces estas habían sido seriamente diezmadas.

La División tenía una enorme confianza en su general, quien había demostrado su audaz liderazgo frente al indisciplinado ejército realista en Valle del Maíz. Con tres vivas, el grupo le contestó y se dispuso a seguirlo a donde le guiase. Mina seleccionó a 172 hombres, entre la Guardia de Honor, el Regimiento de la Unión, la caballería y el Primer Regimiento de Línea, así como –agrega Robinson– “a los sirvientes armados que eran jóvenes de color bajo el mando de uno de los sirvientes del general”.

Al frente iría el general y su Estado Mayor. Los de la Guardia de Honor y del Regimiento de la Unión quedaron bajo el mando del coronel Young. Un destacamento de la Unión, con tiradores del Primer Regimiento, quedó bajo el mando del mayor Mauro, un italiano que, con los sirvientes armados, ejecutaría una escaramuza, mientras la caballería cubriría sus flancos. El resto de la División, compuesto por 136 hombres, se haría fuerte en la hacienda para proteger animales y provisiones, y estaría bajo el mando del coronel Francisco Novoa y del mayor Maylefer.

Tres horas y media

El 15 de junio de 1817 debería ser memorable para México, pues ese día aquellos 172 combatientes extranjeros se formaron en la llanura cercana a la hacienda de Peotillos dispuestos a luchar por la libertad. De inmediato fueron acometidos por los jinetes de Sierra Gorda, Tulancingo y Nueva Vizcaya, que con furioso ímpetu arrollaron a los débiles trozos de la caballería de Mina, pero la línea de los guerrilleros resistió con un tiroteo que mató a 22 realistas, haciendo que esa caballería se retirara en desorden.

Cuenta Julio Zárate (en el tercer tomo de México a través de los siglos, publicado en la década de 1880 y basado en William Robinson, Carlos María de Bustamante y Lucas Alamán) que entonces la numerosa infantería de Armiñán, ocultando su marcha en la maleza, se acercó a la línea de los independentistas y con una descarga general les causó graves daños.

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