Aurora Reyes, luchadora magisterial, muralista y poeta

Las protagonistas

Ricardo Cruz García

 

Su activismo político la llevó a formar parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la famosa LEAR, a la que ingresó en 1936. En ese mismo año elaboró su primer mural: Atentado a las maestras rurales, pintado en el Centro Escolar Revolución (en la actual esquina de Niños Héroes y Chapultepec, frente a la estación de metro Balderas), por el que sería ampliamente reconocida y considerada la primera muralista mexicana.

 

Apenas pasa los cinco años y ya ha vivido la guerra. La revolución no cesa y se cuela por las rendijas de la vida cotidiana, cuantimás para una descendiente de la dinastía Reyes. Al amanecer, con el barrio de La Lagunilla como forzoso refugio, la pequeña Aurora va con una tablita en mano ofreciendo el pan que ha horneado pocas horas antes su mamá: “¡Bísquetes, hay bísquetes!”, grita y vuelve a gritar, mientras se mantiene atenta a la bolsa con piedras que también carga para sorrajarle un proyectil en la cara o donde se pueda a alguno de los muchachos que con frecuencia intentan robarle su mercancía. Ni modo: hay que aprender a sobrevivir en tiempos de miseria, de hambre y de muerte.

Nacida en la población minera de Hidalgo del Parral, en Chihuahua, Aurora Reyes Flores vio la luz primera el 9 de septiembre de 1908, de acuerdo con su biógrafa Margarita Aguilar Urbán. Fue hija de León Reyes, el primer hijo del general porfiriano Bernardo Reyes, cuya muerte en 1913 provocó que el padre de Aurora se trasladara a la capital del país para asistir al funeral. Más tarde llegarían su esposa y su hija.

En medio de la Revolución, la familia tuvo que mantener un bajo perfil durante un tiempo para evitar alguna represalia. Fue en esos años cuando Aurora vivió en La Lagunilla, en una vecindad que después recordaría como espantosa y promiscua, rodeada de gente cuyo lenguaje podría llenar una antología de la “leperada mexicana”. En la ciudad cursó algunos estudios básicos y –como señala Aguilar Urbán– en 1921 ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, asentada en el antiguo Colegio de San Ildefonso y donde conoció a la joven Frida Kahlo, hija de otro personaje destacado en tiempos porfirianos: el fotógrafo Guillermo Kahlo.

Aurora no duró mucho en la Preparatoria, pues fue expulsada tras golpear a una prefecta que la había acusado de libertina y jefa de una banda de ladrones. Con una idea más clara de su vocación, su siguiente parada fue la antigua Academia de San Carlos, que contaba entre sus maestros a Alfredo Ramos Martínez y Fermín Revueltas. Alma inquieta, pronto también dejó esta escuela y buscó su propio camino de manera autodidacta.

De acuerdo con Aguilar Urbán, en 1927 recibió su nombramiento como profesora de Artes Plásticas de primaria y más tarde se integró a la planta docente de una prevocacional del IPN. La profesión de maestra la ejerció durante la mayor parte de su vida, hasta su jubilación en 1964.

Como mujer que creció con el fuego de la Revolución, Aurora coincidió con la ideología nacionalista impulsada por el Estado mexicano, al igual que lo hicieron Diego Rivera y otros artistas e intelectuales, y no dudó en respaldar la educación socialista implantada en el cardenismo. Incansable luchadora social, no evadió el debate público ni la polémica. Su activismo político la llevó a formar parte de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la famosa LEAR, a la que ingresó en 1936. En ese mismo año elaboró su primer mural: Atentado a las maestras rurales, pintado en el Centro Escolar Revolución (en la actual esquina de Niños Héroes y Chapultepec, frente a la estación de metro Balderas), por el que sería ampliamente reconocida y considerada la primera muralista mexicana.

Como comunista, sindicalista y con una firme postura de izquierda antiimperialista y contra el fascismo, Aurora se mantuvo por muchos años en medio del debate público y el activismo político y social, incluido su apoyo a los estudiantes en 1968. Era vista como una mujer liberada, siempre firme en su lucha por los ideales revolucionarios que veía cada vez más ajenos a los gobiernos priistas. Su arraigado nacionalismo, su idea de la patria y su visión de la mujer y de la historia mexicana quedaron plasmados en sus libros de poesía como Humanos paisajes (1958), La máscara desnuda (1969) o Espiral en retorno (1981), pero sobre todo en su arte gráfico, en especial en sus otros grandes murales: los cuatro que pintó en 1962 al interior del antiguo Auditorio 15 de Mayo del SNTE (en la calle Belisario Domínguez del centro de Ciudad de México), hoy en el abandono; y El primer encuentro realizado en el edificio de la alcaldía de Coyoacán en 1978.

Si algo destaca en la larga trayectoria de Aurora Reyes es su lucha desde el magisterio por un país mejor, su visión de la educación como pilar del desarrollo y la importante labor del maestro “en los movimientos históricos de la patria”, pero siempre con una postura crítica, pues como ella afirmó: “Amo por encima de todo la libertad”. Murió hace 35 años, el 26 de abril de 1985.