LA FAMOSA CANTINA GAMBRINUS EN 1913

Alcohol y muerte

Ricardo Cruz García

El Protos amarillo avanzaba por la calle de San Francisco. Al alcanzar el cruce con el callejón de Santa Clara se detuvo. Había llegado a su destino: la famosa y lujosavcantina Gambrinus. Del automóvil bajaron el diputado Gustavo Adolfo, hermano del presidente Francisco I. Madero –quien casi al mismo tiempo era aprehendido por el general Aureliano Blanquet en Palacio Nacional–, y algunos oficiales del ejército. Pasaron a un salón y se sentaron en una mesa que ya les tenían preparada. Las bebidas y la comida no tardaron en llegar. Había cierta alegría, y quizá confianza en el triunfo del gobierno frente a los militares golpistas que se habían atrincherado en la Ciudadela. Era el 18 de febrero de 1913.

Aquel martes en el Gambrinus había otros comensales y libadores que asistían con frecuencia a ese restaurant de estilo francés en la Ciudad de México. Mientras un parroquiano se quejaba porque ese día no podían servirle el caldo de pollo que le aliviaría su malestar estomacal, con Gustavo A. Madero se sentaron a la mesa los generales Agustín Sanginés y José B. Delgado, así como el presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Romero, quien recién había sido ascendido a general brigadier, motivo principal del banquete cantinero.

Allí llegó también el general Victoriano Huerta, que encabezaba la defensa de la capital frente al golpe militar contra el gobierno (otra versión pone igualmente en ese escenario al teniente coronel Joaquín Maas y a Enrique Cepeda, hombres de confianza del militar jalisciense). Una noche antes, Gustavo lo había aprehendido y acusado de participar en el complot, pero Huerta lo negó y el presidente Madero le dio otra oportunidad de mostrar su lealtad al régimen. Ahora, el general y el diputado se reencontraban en la cantina.

A la hora del champagne, cuando “la alegría de los concurrentes” estaba en su punto máximo, la tragedia se asomó por el Gambrinus como la luz que atravesaba el gran vitral de la Cervecería Cuauhtémoc que lo adornaba. Minutos después de que Huerta abandonara el lugar –tras saber que la aprehensión del presidente del país se había concretado–, el umbral de la cantina vio pasar los fusiles de un grupo de guardias de Chapultepec que se dirigieron a la mesa de Gustavo.

El oficial del ejército que encabezó la acción (una versión señala al teniente Luis Fuentes, yerno de Huerta, y otra al capitán Manuel Revilla) soltó al diputado y a sus acompañantes (palabras más, palabras menos): “Está usted preso, así como los señores”. Al parecer, el hermano de Madero intentó sacar su revólver, pero las “cinco bocas de fusil Mauser apuntaban a su pecho”. Ante ello, no tuvo otra opción que rendirse.

Los cubiertos y los platos callaron, las copas guardaron silencio. Los parroquianos, asombrados, también hicieron mutis mientras Gustavo A. Madero era forzado a marchar hacia una brutal muerte al abandonar aquella cantina que había sido fundada en 1904 por el italiano Attilio Bellato y que ofrecía desde sopa de tortuga hasta su codiciado “guajomole” (al parecer, mole de guajolote), acompañados de los más selectos whiskys y los mejores vinos franceses e italianos.

Famosa por su boato, comida y servicio, la cantina se ubicaba arriba de la sede del Club Británico, cuyos miembros eran sus clientes frecuentes porque era de los pocos lugares donde los atendían en inglés y hasta ofrecían banquetes especiales para celebrar el Día de Acción de Gracias. Tal fama y tal clientela, sin embargo, no sobrevivirían a la Revolución. Todavía duró unos años después de 1913, pero, a pesar de que para entonces (ya con F. Torres Aranda como propietario) ofrecía “bonitas variedades gratis” y conciertos todos los días, además de cerrar hasta la una de la mañana y siempre tener “cambio”, después de 1918 ya no se tienen noticias del hoy tristemente célebre Gambrinus. Sin embargo, su edificio aún subsiste (aloja a una tienda de ropa) en el cruce de las actuales calles Madero y Motolinía.

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