No podemos juzgar a nuestros antepasados, pero sí acercarnos a su vida cotidiana. Esa vida donde se construyen futuros insospechados, más allá de intenciones y previsiones. Un mundo en donde no hay héroes ni villanos, batallas o conquistas, sino trabajo y lucha por la vida en una dinámica social que forjó la existencia de nuestros verdaderos antepasados, los que rara vez aparecen en los libros de texto. Y nos parecen más cercanos cuanto más los conocemos porque nunca faltan en los gestos, las costumbres y en los hábitos familiares, regionales y locales; porque son nuestra cultura, nuestro mundo.