La primera vez que apareció el personaje de El Zorro fue en La maldición de Capistrano, de Johnsoton McCulley, en 1919.
Es extraño que en México se repita que el cuento del Zorro se inspiró en el bandido de California Joaquín Murrieta, aunque las cuentas no cuadran: su parecido es solo en cuanto al genérico estereotipo del bandido bueno que roba a los ricos para darle a los pobres (y eso, considerando que Murrieta lo hacía), pero no hay ninguna correspondencia en el tiempo, el espacio ni en la caracterización del personaje. En la versión original de 1919, aparecida en un impreso barato de La maldición de Capistrano, en la que Johnston McCulley hizo aparecer al Zorro por primera vez, el justiciero opera en la zona de Los Ángeles, de la California novohispana, encubriendo su personalidad con la de un aristócrata español. Murrieta, en cambio, es un bandido plebeyo que operaba con su banda en otra California, la de 1850, en el triángulo entre San Francisco, Stockton y Sacramento.
Los personajes literarios de Joaquín y el Zorro son muy distantes y las raíces literarias de don Diego de la Vega, el Zorro, más fácil se hallan en sir Percy Blakeney, el adinerado petimetre que secretamente es un espadachín formidable y ágil escapista en la novela La Pimpinela Escarlata de la baronesa Emma Orczy, de 1905. La película se hizo en 1936, cuando apareció el también adinerado Bruce Wayne, el famoso Batman. La Pimpinela Escarlata es el prototípico relato del héroe disfrazado que ridiculiza a sus adversarios con su aguda inteligencia y les deja una particular tarjeta de visita. Es el aristócrata con doble vida y una historia de amor.
El enorme éxito de ventas del pulp La maldición de Capistrano produjo muchísimas películas del Zorro; la primera, con Douglas Fairbanks. Un dato curioso es que la característica vestimenta del Zorro apareció en el filme de 1940 con Tyrone Power, y así fue representado en la estatua que se halla en la ciudad de El Fuerte, Sinaloa.
Algunos cronistas aseguran que hay documentos parroquiales que certifican que don Diego de la Vega nació en El Fuerte en 1795 y que de niño emigró a la Alta California en 1805, con su padre don Alejandro de la Vega. La leyenda se cuadra al adjudicarle a la benemérita tradición oral la secuencia que convierte a Diego en el justiciero protector de los débiles contra los ricos californianos novohispanos. La estatua se halla en donde se dice que nació el verdadero Diego de la Vega: una casona señorial en la calle del Resbalón.
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