El combate a la corrupción es uno de los grandes retos de México. Los sismos recientes muestran que las normas de construcción en zona sísmica son factores indispensables para la vida en puntos sensibles y que, pese a la experiencia previa, hay datos que apuntan a manejos deshonestos en los procesos constructivos. Depende de estos que somos en el presente, que ese combate se traduzca en mayor seguridad.
A raíz de los sismos del 7 y el 19 de septiembre pasados, la Secretaría de Cultura ha realizado acciones coordinadas con autoridades federales, estatales, municipales y habitantes de las regiones afectadas para efectuar un diagnóstico de daños en las edificaciones históricas, artísticas y patrimoniales.
Las catástrofes que sacudieron a la capital del país en los últimos setenta años y confrontaron a la sociedad consigo misma
El sismo del 19 de septiembre de 2017 encontró a una sociedad fastidiada contra toda la clase política; harta de la corrupción y la impunidad, pero también absolutamente dividida y enconada. Por unos días, los habitantes de Ciudad de México olvidaron sus diferencias y buena parte salió a las calles buscando la manera de ayudar… Pero es un hecho: la solidaridad mexicana está diseñada para el dolor, la destrucción y la tragedia, no para la vida cotidiana. A unas semanas del sismo, los tambores de guerra de la sociedad han vuelto a escucharse en torno a la sucesión presidencial del 2018.
Es de llamar la atención la similitud de aquel terremoto de hace casi 160 años con el que vivimos los aterrados habitantes de Ciudad de México el pasado 19 de septiembre de 2017, fecha por demás simbólica al conmemorarse precisamente en ese día los 32 años de otro terrible movimiento telúrico que devastó una buena parte de la ciudad.
Con las magistrales actuaciones de Demián Bichir y Héctor Bonilla, este filme recrea cómo la cotidianidad de los empleados de una oficina de gobierno se trastoca de manera catártica bajo los escombros, luego del sismo del 19 de septiembre de 1985
Sismo de mil novecientos treinta y uno en Oaxaca: La mitad de la ciudad fue destruida, la gente vivía en las calles ante los severos daños en casas, iglesias y edificios públicos. Los daños en el cementerio de San Miguel, al oriente de la ciudad, llevaron a incinerar los restos expuestos de las víctimas del cólera morbus que habían fallecido en la epidemia de la década de 1860; entre esos restos estaban los de Macedonio Alcalá, autor del vals Dios nunca muere, considerado himno regional de los oaxaqueños. Hay referencias acerca del río Atoyac que se secó durante un tiempo. En fotos e imágenes de esos días se aprecian siluetas sombrías, mujeres cubiertas con oscuros rebozos, miradas perdidas, soldados en labores de rescate sin dejar su rifle.
El célebre cineasta ruso Sergei Eisenstein fue testigo de los terremotos de Oaxaca. Gracias a él existe registro fílmico del sismo de 1931. No se pierdan estos documentales sobre el terrible acontecimiento.
A lo largo de la historia, durante las guerras el alcohol se ha usado como anestésico, estimulante, relajante y para fortalecer el espíritu del combatiente. Cuando el amor a la patria o la defensa de ciertos principios políticos no ha sido suficiente para darse el valor de entrar al campo de batalla, el miedo se ha quitado con el trago, el llamado “coraje líquido”, al grado de llegar en ocasiones a la embriaguez cotidiana en plenos conflictos bélicos. Si, como se ha dicho, no hay “guerra sobria”, y el imperio británico no se podría entender sin el ron, ni el ejército ruso sin el vodka, tampoco se comprendería la guerra de independencia de México sin el mezcal, el aguardiente o el pulque.
Casi podría asegurarse que el presidente Porfirio Díaz, apenas vio nacer el siglo XX empezó a cavilar un plan para celebrar las fiestas del Centenario. Díaz estaba seguro de que el país había dado un salto, aun cuando seguía siendo eminentemente agrícola. Era evidente el auge producido por la exportación de minerales. Las vías construidas desde su ascenso al poder habían pasado de 670 kilómetros a 19 mil y estaban en funcionamiento cerca de 70 mil unidades mecánicas-textiles. Sin embargo, no todo eran cuentas felices, México recién comenzaba a planear su producción acerera, mientras que los Estados Unido, Alemania, Inglaterra y Francuas producían 16 millones de toneladas, referencia obligada para medir el índice de desarrollo de cualquier país en esa época.