La crisis económica provocada por la Corona fue un factor determinante del inicio del movimiento de independencia
La gota que derramó el vaso del malestar acumulado en Nueva España, por las frecuentes exigencias de donativos y préstamos al rey destinados a financiar las guerras en Europa, fue la Consolidación de Vales Reales, un verdadero saqueo económico que causó daños irreversibles y enorme descontento. Su mayor repercusión fue visible entre 1808 y 1810.
En 1808, desde el ayuntamiento de México, Primo de Verdad y Azcárate encabezaron la oposición a la Consolidación que, con la abdicación del rey de España en favor de Francia, se convirtió en el primer intento pacífico para lograr la autonomía en Nueva España.
A comienzos de julio de 1808, el fraile de la Merced, Melchor de Talamantes, se enteró de los sucesos que habían tenido lugar las semanas anteriores en España. El mes de marzo, en Aranjuez, Fernando de Borbón obligó a su padre, Carlos IV, a abdicar, luego de un motín popular que casi le costo la vida a Manuel Godoy, la figura más importante de la monarquía. En mayo, en la localidad francesa de Bayona, Carlos, Fernando y el resto de la familia real, renunciaron a sus derechos a la corona española a favor de Napoleón, que de inmediato la entregó a su hermano José.
Estos acontecimientos serían de enorme trascendencia para la suerte de la América hispana, muy pronto se verían sus consecuencias.
Elecciones ciudadanas, libertad de prensa y federalismo fueron procesos desencadenados por la Carta Magna española de 1812 en nuestro territorio. Esos tres elementos fueron determinantes para alcanzar el anhelo independentista y después serían retomados por las primeras actas constitucionales mexicanas.
En el mundo nahua existía la enseñanza escolar, la autoridad de los maestros, los ejercicios de memoria, el uso de imágenes en las lecciones o la disciplina. De manera que la educación que los frailes pretendían impartir a los indios tenía aspectos compatibles y cercanos a las costumbres antiguas.
Educación indígena y conquista ¿Civilizar o someter?
El propio fray Pedro de Gante, de cuya cercanía con los indios no podemos dudar, como no dudamos de su virtud y del esmero con que se dedicó a la educación indígena durante cincuenta años, se refirió a la actitud de los indios durante los primeros tiempos y dijo que estaban “como animales sin razón, indomables” y que “huían como salvajes de los frailes”.
Nació en Flandes, en una localidad del distrito de Gante, hacia el año de 1480. Su nombre flamenco parece haber sido Pieter van Der Moor o van Der Moere. Murió en Nueva España, donde pasó más de la mitad de su vida, en 1570.
En una carta enviada a sus hermanos del convento de la ciudad de Gante, el propio fray Pedro se atribuye el mérito de haber realizado una tarea titánica, apenas con alguna ayuda. En 1529, fecha de la carta y seis años después de su llegada, dice haber levantado un centenar de construcciones, entre iglesias y capillas. En esa misma fecha dice haber bautizado, junto con otro religioso, a unos doscientos mil indios. Y sabemos que años antes había logrado dar forma a un catecismo en lengua náhuatl, manuscrito, antecedente de las versiones que se publicarían después. Dominó pronto el náhuatl, lo cual lo acercó de inmediato a los indios.