Desde el levantamiento armado del 16 de septiembre de 1810 transcurrieron escasos cuatro meses en los que alrededor de la figura de Hidalgo se unieron una cantidad de hombres que superaron todas las estadísticas antes vistas en la Nueva España. Las tomas de Guanajuato, Valladolid y Guadalajara no pudieron ser evitadas por el ejército realista e incluso la Ciudad de México pudo caer, de no ser por la controvertida decisión del cura de no avanzar sobre la capital.
Guadalajara, adoptada como punto de reunión insurgente desde noviembre, vio pasar un año nuevo con un Hidalgo intentando limar asperezas con Allende y coordinando el futuro de la guerra, mientras que Calleja se aproximaba con su ejército. El encuentro se efectuó en un paraje, a unos kilómetros de la ciudad, que pasó a la historia como Puente de Calderón, por la edificación más cercana al evento.
De acuerdo con el testimonio de Calleja, que más tarde sería la base documental de muchos historiadores, las fuerzas insurgentes llegaron a 100,000 hombres contra alrededor de 6,000 de los suyos. Esta cifra se volvió controversial con el pasar del tiempo, dada la dificultad para mantener y coordinar un ejército de esas características. Historiadores contemporáneos como Carlos Herrejón Peredo indican la posibilidad de 30,000 efectivos.
A pesar de ello, el alegato de Calleja fue patente, pues otros testimonios de oídos indicaron cifras sobre las decenas de miles y porque también acudieron a observar el evento muchos habitantes de la ciudad que pudieron ser confundidos a la distancia como enemigos. Pero sin duda un ejército rebelde de esas características no volvió a ser reunido.
De igual manera no intimidó a los realistas, quienes llevaron a cabo su plan de ataque, presionando los flancos insurgentes que se defendieron con un número considerable de cañones que casi llega a la centuria, aunque de manufactura bastante rudimentaria y sin expertos tiradores en la mayoría.
Después de tres horas, la situación no se resolvió a favor de ningún bando. Aunque el rechazo constante de los realistas y las bajas causadas hacen ver a los insurgentes capaces de vencer. Calleja mismo tiene que acudir al auxilio de sus hombres. ¡Y de pronto el fuego!
El campo comenzó a arder. El viento favoreció a los realistas y llevó las llamaradas y humo contra Hidalgo y compañía. Allende intentó controlar la situación, pero el caos se apoderó de su ejército. Muchos valientes de ambos bandos continuaron sus encuentros particulares, pero estaba decidido el vencedor.
Los insurrectos huyeron por millares. La primera etapa de la Independencia llegó a su fracaso aquí.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #173 impresa o digital:
“Flores Magón. ¿Precursor o crítico de la Revolución mexicana?”. Versión impresa.
“Flores Magón. ¿Precursor o crítico de la Revolución mexicana?”. Versión digital.
Recomendaciones del editor:
Si desea saber más sobre la Guerra de Independencia, dé clic en nuestra sección “Guerra de Independencia”.
Puente de Calderón, la última batalla de Hidalgo