Doña Leona recibió honores en vida y se le reconoció su labor a favor de la insurgencia, sin embargo, su figura fue borrándose poco a poco de la memoria popular.
Al triunfo de la independencia, la figura de Leona Vicario permaneció en la penumbra de la vida privada, mientra su esposo ocupó varios cargos políticos.
Quintana Roo se enteró de las vejaciones que había sufrido su mujer y envió su rendición y la promesa de dar todo tipo de información, a cambio de que respetaran a Leona.
El retrato de Morelos es un buen ejemplo de la tradición pictórica más popular que no necesariamente se sujetaba a los lineamientos de la Academia de San Carlos.
El atribulado Fernando VII, no quiso que nadie de su familia viniera a estas tierras a gobernar en su nombre y la designación fue para Agustín de Iturbide.
Félix María Calleja del Rey, “la principal espada del Virreinato” o “el azote más terrible de la América mexicana”, fue el militar realista más destacado en la lucha contra la insurgencia en la Nueva España.
Todas sus acciones estuvieron encaminadas a conservar el orden establecido y a evitar cualquier alteración que interrumpiera el periodo de bonanza por el que estaban atravesando.
Desde el periodo virreinal, la patria había adquirido un sentido predominantemente femenino: la madre patria, solían decir los españoles peninsulares para referirse a España… En el siglo XIX, la patria también se convirtió en hija cuando le asignaron como padres a quienes encabezaron las gestas que llevaron a la independencia, es decir, a unos cuantos. Los demás mexicanos eran hijos de la patria... De esta manera, el amor a la patria se homologó al amor a la madre, uno de los sentimientos primitivos más fuertes en el ser humano y del cual se esperan las acciones más radicales, incluido el martirio.
Los historiadores seguimos cambiando la historia de nuestro país. Si en el siglo XIX y buena parte del XX contribuyeron a elaborar un relato unitario, centralista y que conducía a un destino glorioso, los más recientes mostramos que México es diverso, que tiene muchas historias, tanto por sus regiones como por sus sociedades, incluidos los grupos indígenas y las minorías afrodescendientes; una historiografía que observa la vida cotidiana de los pobres, y no sólo la de los “grandes hombres”, sino la de las mujeres comunes, los niños y los actores de la diversidad sexual.