La miseria, el fanatismo religioso y la burocracia son algunos de los temas que atraviesan los tres relatos de este filme que bien puede considerarse representativo de la historia mexicana reciente y de la cotidianidad de muchos habitantes de este país
“Pediré por todos, aunque el sacrificio sea muy grande”, expresa Teresa con congoja, pero también decidida. No es para menos: el sufrimiento que vivió los días anteriores durante su peregrinar rumbo al poblado mexiquense de Chalma, con la intención de colgarle al Señor el milagro de curar a Filogonio, su marido paralítico, quizá valió la pena.
Durante el trayecto pone a prueba su tesón ante las ineludibles vejaciones físicas y las sorpresivas agresiones sexuales por parte de otros peregrinos. Como escenario, el México de mediados de los setenta: el de la crisis económica echeverrista apenas posterior al Desarrollo estabilizador, de la creciente polarización social urbana y de la explosión de ciertos cinturones de miseria, con sus grandes extensiones, que permanecen hasta hoy.
En este primer relato fílmico intitulado Fe, dirigido por el yucateco Alberto Bojórquez, Teresa y su familia representan a tantísima gente –en su mayoría pobre– cuya capacidad de creer ciegamente en el santo patrono chalmense se convierte en la última esperanza para conseguir algo. La pieza recoge también la esencia de esta tradición que data del siglo XVI: el ahuehuete de cuyas raíces brotan las aguas asumidas como milagrosas, la corona o el collar de flores que usan quienes quieren ingresar al templo y el baile con el cual se agradece la oportunidad de pedir un milagro.
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Fe, esperanza y caridad