La Revolución mexicana se desarrolló a la par de la Primera Guerra Mundial. En 1915, mientras en nuestro país continuaba la guerra de facciones, en el Viejo Continente el sofisticado armamento utilizado cobraba cientos de miles de vidas. El gobierno alemán inició una guerra submarina “ilimitada” en enero de 1917, principalmente para bloquear el comercio de Gran Bretaña. El plan involucraba a México con promesas de cooperación en la guerra y la paz si se decidía a apoyarlo.
El rompimiento formal con el maderismo fue a través del Plan de Ayala del 28 de noviembre de 1911. Este se discutió en el corazón de los cuarteles zapatistas, en mesa abierta, en reuniones públicas en las casas de los mismos pobladores. Fue apoyado por los generales del Caudillo del Sur, entre los que se encontraba Otilio Montaño, personaje fundamental en la redacción del documento y quien lo firmó en segundo lugar, junto al general José Trinidad Ruiz, solo debajo de la rúbrica de Zapata.
Apenas habían transcurrido dos meses de que Francisco I. Madero tomara posesión de la presidencia cuando el desgaste de su gobierno se iba acrecentando a pasos agigantados.
El llamado maderista a sumarse a la revolución también prendió en grupos radicales inconformes con los gobiernos estatales. Los zapatistas se ensañaron sobre todo con las grandes haciendas, quemaron cañaverales y oficinas públicas, aparte de ajusticiar a algunos jefes políticos y capataces.
Francisco I. Madero y Pino Suárez permanecieron prisioneros en Palacio Nacional hasta el día 22 de febrero de 1913, cuando fueron sacados de su celda y conducidos al sacrificio. Hacia las once de la noche se les obligó a subir a dos automóviles y en las inmediaciones de la prisión de Lecumberri fueron asesinados.
El último conflicto armado en el centro de la capital
Del 9 al 18 de febrero se paralizaron las actividades cotidianas en Ciudad de México. Eran muy pocos los que intentaban huir, salir un momento a rezar un responso, tratar de obtener noticias –puesto que no circulaban los periódicos– o conseguir víveres. Desde el primer día de la asonada, Madero se instaló en Palacio Nacional, amenazado como prácticamente todo el centro de la capital.
La mayoría de las fotografías de las acciones en la toma de Ciudad Juárez fueron hechas por estadounidenses como Jimmy Hare y Otis Aultman, cuyas imágenes se conservan principalmente en archivos privados y de universidades de su país.
En 1915, el futuro político y social de México se decidió en los campos de batalla. Las facciones revolucionarias de convencionistas y constitucionalistas se enfrentaron entre sí, movilizando a la mayor cantidad de hombres y elementos de guerra de nuestra historia. En tanto, del otro lado de mundo, la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914, tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono del Imperio austrohúngaro. Para 1915, la guerra se había extendido a toda Europa.
Era el personaje del momento y una carta del 30 de mayo dirigida a la empresa Larín no pudo ser mejor prueba; en ella, el coahuilense daba su aval para que la chocolatería usara su imagen en las envolturas de algunos de sus productos.
Crisis en el gobierno: el régimen carrancista se desmorona
Dueño de un agudo sentido de la oportunidad –timming, le llaman los anglófonos–, Venustiano Carranza hizo una mala lectura de la situación en 1919. Se entercó en concretar la idea expuesta por Francisco I. Madero y retomada por él: acabar de una vez por todas con el militarismo. El ascenso al poder del militar triunfador en turno había convertido casi un siglo de la historia de México en desesperante repetición de alzamientos, planes revolucionarios, cuartelazos y golpes de Estado. La única forma de romper ese círculo vicioso, estaba convencido, era abrir las puertas del despacho presidencial a un civil.
Se abre el telón de la tragedia del presidente Carranza
Tras el Plan de Agua Prieta de abril de 1920, las defecciones en el bando de Venustiano Carranza provocaron un efecto dominó. Se acumulaban las adversidades: focos de insurrección encendidos en varias partes del país, fracaso del candidato que impulsaba, traiciones de amigos y colaboradores, un inocultable debilitamiento de su gabinete y los soldados de Pablo González cerrando el cerco sobre la capital. Para el 5 de mayo don Venustiano estaba perdido.