Apenas habían pasado tres años de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo y la adaptación a las nuevas fronteras entre México y Estados Unidos no resultaba nada fácil. El expansionismo norteamericano (hacia el sur) y el llamado Destino Manifiesto eran ideas que convocaban a la acción y que circulaban entre las esferas políticas y las élites, pero también tenían expresiones en la prensa y los sectores populares estadounidenses. Del lado mexicano, aún no cerraba la herida de la separación de Texas y la posterior pérdida de enormes extensiones de territorio nacional.
Tras la pérdida de los territorios norteños en 1848, producto de la agresiva expansión estadounidense, en México se temía que en ese norte prácticamente despoblado se reprodujeran invasiones de colonos armados, quizás amparados en el poderío militar del vecino del norte, e intentaran arrebatar más territorios a la federación.
La llamada fiebre del oro de mediados del siglo XIX se esfumó pronto en California. Entonces, muchos se sumaron a expediciones armadas a México para hacerse de su territorio y recursos, entre otras razones.
El oficio de barbero requería mucha destreza y eran solicitados por personajes de toda índole. Algunos de ellos también extraían muelas o aplicaban sanguijuelas para tratar enfermedades.
1989. Es la mañana del viernes 15 de septiembre. Los asiduos lectores y visitantes de estanquillos y quioscos de periódicos se ven sorprendidos por un titular que se aleja de las notas de actualidad. Se trata de la primera plana de La Jornada, en la que se lee: “Murió el Rey del Mambo”. En la columna derecha se anuncian textos escritos al respecto por Carlos Monsiváis, Iván Restrepo y el colombiano Gabriel García Márquez.
A lo largo de su vida, Pérez Prado grabó más de doscientos discos y compuso tantos mambos que perdió la cuenta. Su pieza Patricia formó parte de la banda sonora de la película La dolce vita (Fellini, 1959) y él se presentó en Japón, Alemania, Marruecos, Estados Unidos y diversos países de Sudamérica. Fue sepultado en una modesta tumba en el Panteón de Dolores, en Ciudad de México. El gran compositor ruso Ígor Stravinski se refirió al ritmo y orquestación de Dámaso como “una explosión musical solo digna de un genio”.
El Diario de William Shaler tenía un importante objetivo: señalar, ante la opinión pública de los Estados Unidos, particularmente la de los comerciantes, la facilidad con que las Californias podían ser conquistadas.
Desde finales del siglo XVIII, la costa del Pacífico Norte, desde las Californias hasta Alaska, empezó a ser codiciada por sus valiosos y diversos recursos naturales. Shaler también vio una oportunidad para explotar esos territorios.
En 1804 William Shaler comenzó a escribir su Diario sobre su viaje entre China y la costa noroeste de América. En este plasmó lo encantado que quedó con las posibilidades que ofrecía el territorio californiano, al cual consideraba mal explotado por España.
El tipo de relatos que se basan en un “se dice que” asignaron a un ahuehuete en Popotla, sobre la México-Tacuba, el lugar donde supuestamente Hernán Cortés habría llorado su derrota ante los mexicas hace cinco siglos, el 30 junio de 1520.