Su hija Josefa acompañó a don Melchor tanto en sus logros políticos como en los días más aciagos de la era santannista, la Revolución de Ayutla y la Guerra de Reforma. Su amor era tal que ambos sufrían una gran angustia cada vez que se separaban. Al final, Josefa guardó celosamente el corazón de su padre.
Tras la renuncia de Díaz, Madero se congratuló por la aparición de nuevos partidos como el Católico Nacional, en el que militaba Ramón López Velarde, ya que representaban la apertura democrática de su régimen. De hecho, ese órgano lo apoyó en su candidatura de 1911.
Los católicos se sintieron traicionados cuando Madero respaldó a Pino Suárez para el cargo de vicepresidente. Con esta fórmula, ganaría las elecciones para la máxima magistratura del país en 1911.
La prensa tuvo un papel determinante para difundir las ideas de los clubes y partidos políticos creados durante el movimiento antirreeleccionista. Entre sus impulsores estaba López Velarde.
El “nacionalismo de López Velarde nace de una lucha, de una pasión oscura en el espíritu del poeta. Espectador de los años crueles de la Revolución Mexicana, miraba las ruinas ambientes en los paisajes maravillosos de la tierra y de los hombres. Era demasiado católico para ser revolucionario; había en su alma un fermento de reacción inevitable.
La música creada por estos talentosos artistas contenía en su esencia energía y frenetismo dirigido a los jóvenes. Eran letras que abordaban las ideas y anhelos propios de su edad. Esto tomó por sorpresa al mundo y demostró que la juventud era capaz de gastar mucho más dinero en sus músicos favoritos como nunca se había visto, lo que ayudó al crecimiento global de la industria musical.
La mítica actuación en Woodstock de Jimi Hendrix y su banda Gypsy Sun and Rainbows bien pudo ser el colofón de una década en la que miles de personas protestaron contra las hostilidades militares en suelo vietnamita.
Reseña del libro Historiografía en tiempos globales. Autores: Ingrid Simson y Guillermo Zermeño (eds.). Berlín, Tranvía, 2020, 322 p.. Precio: 700 pesos.
Hubo un tiempo en el que la máquina de escribir tuvo que dejar el despacho al que solía estar destinada para vivir palmo a palmo con su propietario la odisea del trabajo periodístico, literario, estudiantil y hasta burocrático. A veces, simplemente era recreación: llevarla consigo a cualquier vacación, para en algún momento escribir algunas letras a un ser querido. Este cambio supuso también que dejara de ser ese pesado armatoste que no todos podían cargar cada que tenían que mudarla.