Cuitláhuac, un gobernante en tiempo de crisis

Clementina Battcock

Cuitláhuac fue el gobernante de Tenochtitlan durante un momento crucial de la guerra contra el ejército castellano. Aquí se esbozan algunas de las principales referencias en las fuentes para reflexionar sobre su figura histórica, el contexto en el que debió asumir el poder político y algunas interpretaciones de sus actos durante el periodo en el que rigió los destinos de los pobladores de la cuenca lacustre del altiplano mesoamericano, entre 1519 y 1520.

 

El tlahtoani de Iztapalapa

Cuitláhuac fue uno de los gobernantes mexicas más sobresalientes en las narraciones acerca del proceso de conquista. Sabemos que él, antes de ser tlahtoani, fue el señor de Iztapalapa, ciudad de gran poderío en la zona que actualmente llamamos cuenca de México. Esta información ha llegado a nosotros gracias a las fuentes documentales redactadas a lo largo del siglo XVI, como la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo y las Cartas de relación de Hernán Cortés. Por otra parte, el personaje es identificable en ciertos códices gracias al glifo que le correspondía en la escritura jeroglífica náhuatl; a él se le representaba con la imagen de excremento, portando una manta, una diadema de color turquesa y una nariguera.

Cuitláhuac ya tenía experiencia de gobierno y poseía las facultades políticas y religiosas que se esperaban de los tlahtoque. Al morir Motecuhzoma, fue electo como el nuevo y décimo gobernante de Tenochtitlan. Según el Códice Aubin, ascendió al poder durante la fiesta de Ochpaniztli en la fecha 2 técpatl, es decir, en 1520. Fernando Alvarado Tezozómoc, en su Crónica Mexicáyotl, dejó registro de que el otrora señor de Iztapalapa era hijo de Axayácatl, hermano menor de Motecuhzoma Xocoyotzin, y estaba casado con una mujer pilli, o noble, originaria de Tetzcoco.

Lo anterior nos permite argumentar que la elección de Cuitláhuac no fue fortuita, sino que existió una intencionalidad que buscaba designarlo gobernante. Como bien lo apunta Michel R. Oudijk, uno de los aspectos que legitimaban el poder del tlahtoani era su genealogía, y Cuitláhuac, al ser descendiente de Axayácatl, ocupó legítimamente el lugar que dejó su hermano fallecido. Si bien no conocemos los detalles de su administración como señor de la ciudad Iztapalapa, sí conocemos algunos datos sobre su corta estancia de ochenta días al mando de Tenochtitlan, los cuales se relatan en la Historia general de las cosas de Nueva España de fray Bernardino de Sahagún.

La tensión y la sospecha

Cuitláhuac tomó mayor relevancia desde el momento en que Motecuhzoma informó a los altos mandos mexicas sobre la llegada de los castellanos. Según la Monarquía indiana de fray Juan de Torquemada, el señor de Iztapalapa era miembro del consejo ordinario del tlahtoani y formó parte del grupo de nobles mexicas que concluyó que los extraños recién llegados eran Quetzalcóatl y su séquito, deidad que regresaba para retomar las riendas de su antiguo señorío.

No obstante, Cuitláhuac cambió de parecer, pues no tardó en darse cuenta de la verdadera naturaleza de Cortés y sus tropas: hombres terrenales de carne y hueso que perseguían intereses y necesidades mundanas. Según la obra de Torquemada, Motecuhzoma consultó a Cacama, señor de Tetzcoco, y a Cuitláhuac para decidir si dejaba entrar a los castellanos a Tenochtitlan: el señor de Iztapalapa respondió negativamente, pues, según su opinión, sería muy difícil sacar a Cortés y sus soldados si estos se establecían en la ciudad; Cacama, en cambio, era partidario de recibir y hospedar a los extranjeros.

La opinión de Cuitláhuac no fue escuchada, pues él mismo dio la bienvenida y aposentó a los europeos y a sus aliados indígenas al llegar a Iztapalapa. Tanto Cuitláhuac como Cacama formaron parte de la comitiva que acompañó a Motecuhzoma a su encuentro con Cortés en una de las calzadas de Tenochtitlan. Posteriormente, Cuitláhuac dejó la ciudad que gobernaba y se dirigió a Tenochtitlan, posiblemente con la intención de permanecer a lado del tlahtoani durante la estancia de los castellanos en la gran capital mexica.

 

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