El siglo XX fue particularmente fértil para que los gobiernos, de todo tipo, emplearan el pasado con usos políticos. Eso sucedió en todo el mundo. Los regímenes totalitarios, como el fascismo italiano o el nazismo alemán, recurrieron a la memoria de sus países para justificarse.
Álvaro Carrillo realizó estudios en la escuela normal de Ayotzinapa, Guerrero, y más tarde se graduó como ingeniero agrónomo en la Escuela de Agricultura de Chapingo. Al mismo tiempo pulía su afición por la música.
La catedral de los grandes espectáculos en el siglo XIX
Una de las innovaciones del Gran Teatro Nacional fue la funcionalidad y estética de los accesos y otros espacios, lo que exaltaba la belleza del conjunto. Los bellos interiores, varias veces remodelados en sus detalles para garantizar la mayor de las comodidades, eran con frecuencia elogiados por el público asistente. Con el tiempo, la iluminación también evolucionó hasta llegar a ser eléctrica.
Cómo el conocimiento de las lenguas fue compañero de la expansión del imperio español en América
Para evangelizar a millones de personas en América, los frailes decidieron aprender los idiomas indígenas e imprimir una importante cantidad de gramáticas, vocabularios y obras de doctrina cristiana en las lenguas más importantes. Esta fue una verdadera revolución del conocimiento de la humanidad y de sus lenguas.
Catalina de San Juan fue parte de la diversidad de personas que llegaron de todo el mundo cuando Nueva España se convirtió en uno de los puntos centrales de las rutas comerciales entre Europa, Asia y África.
Un joven militar Porfirio Díaz tratando de sostener la política al pisarla y sin entender lo que pasa, pues parece incapaz de desenredar la madeja (enredándola aún más).
Primeras normas antitaurinas En Nueva España: en el primer concilio provincial de 1555, se estableció que “ningún clérigo danze, ni cante cantares seglares en misa nueva, ni en bodas, ni en [o]tro negocio público, ni esté a ver toros, ni otros espectáculos no honestos y prohibidos por derecho, so pena de cuatro pesos de minas, la mitad para la fábrica de la iglesia y la otra mitad para el acusador o denunciador”.