Reseña del libro Con imborrable tinta alegre. Historia del taller de imprenta del Instituto Literario del Estado de México (1881-1889). Autores: Iván Pérez y Marina Garone. Estado de México, UAMEX, 2021, 264 p. Descarga gratuita: https://goo.su/7Kpoc
El material del que se forjan los sueños” contestó el detective Sam Spade (Humphrey Bogart) cuando el otro le preguntó qué era eso, refiriéndose a la estatuilla de un ave incrustada con piedras preciosas. Se acercaba el final de la película El halcón maltés (1941). Pero la frase es quizá la evocación de lo que en ese momento estaba pasando con la compañía cinematográfica fundada en 1923 los hermanos Sam, Harry, Albert y Jack, quienes habían elegido Burbank, California para consolidar finalmente el que en poco tiempo sería uno de los emporios cinematográficos más importantes del mundo que hasta hoy existe y cuya historia puede verse en la serie televisiva aquí presentada.
Los restos de la meteorita más grande rescatada en el país adoptó una forma cónica u orientada que se esculpió durante su ingreso a la atmósfera. En una parte de su superficie tiene grabada la inscripción “Solo Dios con su poder, este fierro destruirá, porque en el mundo no habrá, quien lo pueda deshacer. A. 1828”.
Después del desastre militar en Texas, conducido por Santa Anna en 1836, se decretaron las Siete Leyes constitucionales con cuatro poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial y un Supremo Poder Conservador que controlaba a los otros. Muy pronto, los intereses de los estados, que defendían su soberanía, chocaron con el centralismo. Con el apoyo de comerciantes, se fraguaron diversas rebeliones, hasta la entrada a la capital, en 1841, de los generales Santa Anna, Gabriel Valencia y Paredes y Arrillaga, que derrocaron al gobierno de Anastasio Bustamante.
Hacia finales del siglo XVIII, la Ciudad de México, con alrededor de treinta mil habitantes, era la más poblada de América. Además, era el centro comercial, administrativo y cultural más importante de la Nueva España y, por lo tanto, recibía muchos migrantes del resto del territorio.
McKinley Morganfield, de 66 años, demostró aquel 2 de noviembre de 1979 que los desgarrados y apasionados acordes que él y sus talentosos acompañantes hacían sonar a tope, seguían electrificando a sus seguidores con la misma intensidad que cuatro décadas antes, cuando decidió cambiar la guitarra acústica por la eléctrica y echar los primeros cimientos que décadas después lo convertirían en el padre del Chicago Blues. Pero esa noche, bajo las luces del flamante Auditorio Nacional, McKinley envolvió con su pasión y destreza al público que abarrotó el inmueble, en el marco del Segundo Festival de Blues en México.
La vanguardia del ejército mexicano al mando del presidente de México general Antonio López de Santa Anna, integrada por 1,200 hombres, aproximadamente, y una pieza de artillería. Por el otro bando, alrededor de 850 separatistas texanos bajo el mando de Samuel Houston. En pleno descanso, las tropas mexicanas fueron sorprendidas. No hubo capacidad de reacción ante los primeros disparos de los separatistas. Al caer abatidos varios oficiales, reinó el desorden y no pudo reorganizarse la defensa. Las bajas fueron muy altas para los mexicanos. Entre muertos y prisioneros, prácticamente se perdió toda la vanguardia. Santa Anna logró escapar a caballo, pero al poco tiempo fue capturado. El resto del ejército, fuerte en unos 3,000 hombres, se encontraba a pocas horas de distancia, pero obedeció al general cautivo y regresó al río Bravo. Texas reclamó su independencia.
A orillas de lo que fue el antiguo pueblo de Santa Fe en Cuajimalpa, no muy lejos del impresionante desarrollo urbano formado por modernos edificios y centros comerciales al poniente de la Ciudad de México, se encuentra una pequeña ermita cercana a la fuente de agua que abasteció a la capital desde la época colonial. En ella habitó en las últimas décadas del siglo XVI Gregorio López, un personaje hoy casi olvidado, pero cuya vida y actuación fueron muy difundidos a lo largo de los siglos virreinales, pues en el XVII se le inició un proceso de beatificación en Roma.
El prestigio de Adolfo de la Huerta lo llevó a impartir clases a personajes afamados que por diferentes circunstancias se encontraban bloqueados en el arte de cantar. Entre ellos, el hijo del tenor Enrico Caruso. Muchos alumnos desconocían que ese simpático cantante que tenían como maestro participó en primera línea en la Revolución mexicana; a tal grado, que fue uno de los tres hombres del llamado grupo sonorense que llegó al poder.
Quizá hoy tal descripción sobre “la muy Noble, Leal e Imperial Ciudad de México” (así nombrada en un plano de 1753) resultaría una ironía para millones de capitalinos, un absoluto “lema de la mitomanía”, como dice Carlos Monsiváis, pero en esos tiempos definía con justicia esta cualidad natural de la todavía ciudad novohispana que encontró Humboldt, a quien también se le atribuye –equívocamente– la legendaria frase “Ciudad de los Palacios”.
Debido a la constante guerra que se vivía en la frontera norestense, la interacción entre españoles e indios fue tensa. No todas las naciones de indios de la región estaban dispuestas a adaptarse a la vida religiosa y social que querían imponer los ibéricos que se asentaron en dicho espacio. A esta dinámica se le sumaron nuevos grupos de personas que migraron de regiones ubicadas más del norte, entre quienes estaban los apaches.
Sobre la avenida Madero –que antes se llamó San Francisco, en el Centro Histórico de la Ciudad de México– se levanta una de las casonas más notables de la ciudad, cuya historia se remonta a los primeros años del siglo XVI y de la cual se podría escribir un libro: la Casa de los Azulejos.