El presidente Rodríguez

Poder, lealtad y negocios

Diana L. Méndez Medina y César A. Marcial Campos

Vínculos políticos y expansión empresarial

Con la designación de Abelardo L. Rodríguez como presidente provisional, su camarilla recuperó el poder político que habían perdido en Baja California y experimentó un ascenso a nivel nacional. Previo a la presidencia ya sobresalía como un empresario solvente y activo promotor de negocios. Había fungido como gestor, intermediario, concesionario, accionista, arrendador, socio y empresario en 17 firmas distintas. Ya en el poder nacional, sus intereses empresariales salieron del ámbito bajacaliforniano y se extendieron a Sonora, Jalisco, Durango, Puebla, Distrito Federal, Morelos y el Estado de México.

Sin duda, Rodríguez sacó provecho de la presidencia del país para favorecer sus negocios y empresas. Por ejemplo, José Vasconcelos lo acusó de desplazar a la competencia de productores e importadores de vinos europeos para promover el vino producido en las bodegas que tenía en Ensenada, Baja California. De igual forma, sus asociaciones en nuevos negocios con la élite política se hicieron patentes. Por ejemplo, en 1933 se involucró en empresas vinculadas con centros de socialización y de descanso, campos de golf y aguas termales en los estados de Puebla y Morelos. En este último, en la ciudad de Cuernavaca, Calles había iniciado la creación del club de golf cuyos socios fueron Rodríguez y Manuel Ávila Camacho, entre otros.

De manera paralela a sus actividades empresariales, el presidente Rodríguez trató de fortalecer el poder Ejecutivo. A diferencia de Ortiz Rubio, gozaba de la confianza plena de Calles y logró mediar entre los asuntos políticos y los administrativos que demandaban su atención durante los dos años de gobierno. Consciente de que al terminar su mandato presidencial volvería a dedicarse a los negocios, Rodríguez también tuvo una participación activa dentro de la camarilla callista en la designación de Lázaro Cárdenas como candidato presidencial, con quien procuraría mantener buenas relaciones para continuar con el desarrollo de sus negocios.

En el cardenismo

El general Lázaro Cárdenas había forjado una base de apoyo que le permitió comenzar su alejamiento del grupo sonorense y vislumbrar un ejercicio de la presidencia con menor subordinación al Jefe Máximo. En 1934, ya en la silla presidencial, Cárdenas decretó la prohibición de los casinos y juegos de azar en todo el país. De un momento a otro, Rodríguez y demás miembros de la élite política perdieron importantes ingresos derivados de los casinos y centros de diversión. Dos años más tarde, el presidente fortaleció su posición política y, ante la ruptura pública con Calles, comenzó una depuración de todos los miembros callistas que conformaban su gabinete y el 10 de abril de 1936 expulsó a su líder del país.

Tal situación obligó a Rodríguez a evaluar su situación y lealtad hacia Calles. El general consideraba que la mejor vía para ingresar a la nueva élite del Estado, ascender y mantenerse en ella, era acatar la voluntad de sus superiores y hacer méritos; esta fue la ruta de su ascenso en ambos rubros. Pasados los años, es probable que aceptara que la posición de Calles era muy distinta y difícilmente mejoraría.

También su propia situación era distinta. En esos momentos era un hombre acaudalado, con redes empresariales en el país y contactos en Estados Unidos, además de que gozaba de prestigio como empresario exitoso. La decisión de mantener su lealtad a Calles, cuyo poder estaba declinando, no era sencilla, puesto que ello implicaba perjudicar sus negocios y a sus socios. Ante la efervescencia política que generó el nuevo gobierno entre los años de 1934 a 1936, el general Rodríguez salió en varias ocasiones del país para evitar involucrarse en la disputa entre callistas y cardenistas. Mediante Francisco Xavier Gaxiola, contactó al presidente para informarle que se encontraba al margen de los conflictos políticos suscitados. Cárdenas entendió que Rodríguez buscaba alejarse de los callistas.

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