Bajo la argucia de que Trotsky le diera su opinión acerca de un pequeño ensayo político que estaba escribiendo, Frank Jackson logró que el ruso lo recibiera a solas en su despacho. Mientras Trotsky se disponía a leer el supuesto ensayo, Jackson, uno de los tantos alias de Ramón Mercader del Río, sacó de su gabardina un piolet de alpinista y le asestó un golpe mortal al antiguo líder del Ejercito Rojo.
Esta crónica narra la conjura internacional que los servicios secretos soviéticos de Stalin orquestaron para perpetrar el cruento crimen en Coyoacán la tarde del 20 de agosto de 1940.
Cuando se capturó esta imagen con el volcán Popocatépetl al fondo, habían pasado más de seis décadas desde que el presidente Anastasio Bustamante diera a un comerciante de Veracruz, en 1837, “el privilegio exclusivo para establecer un camino de fierro desde el puerto hasta la capital”, marcando así la llegada del ferrocarril a nuestro país.
En marzo de 1921 los habitantes de la ciudad de México siguieron expectantes las primeras planas del Excélsior: el extravagante pintor Dr. Atl organizó un ascenso al Popocatépetl para demostrar que Don Goyo no era peligroso, pero esa aventura terminó en tragedia.
Gerardo Murillo Cornadó, mejor conocido como Dr. Atl, nació el 3 de octubre de 1875 en el barrio de San Juan de Dios, en Guadalajara, Jalisco. Destacó como vulcanólogo. Estudió dibujo y pintura en París, y filosofía y derecho en la Universidad de Roma; impartió clases en la Academia de San Carlos a alumnos como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Impulsó el movimiento artístico nacionalista y los primeros intentos para realizar muralismo en edificios públicos. Además, en sus obras utilizó técnicas originales con colorantes que él mismo ideó y denominó “Atl colors”. También le debemos la creación del género pictórico que denominó "aeropaisaje" y las monografías sobre iglesias de México y artes populares.
Durante siglos, la influencia de la Iglesia en la política y la sociedad, así como la permanencia de los valores católicos, impidieron reformas radicales en torno al divorcio.
El matrimonio de María Josefa Mijares y Mariano García se vio empañado por peleas frecuentes debidas a las infidelidades del esposo con diversas mujeres, entre ellas una española de familia “decente”. Por ello, tras una más de las infidelidades de su marido y conocer la herencia que le había dejado su padre al fallecer, la Mijares decidió entablar una demanda de divorcio.
En la sociedad novohispana en ocasiones estallaba algún escándalo, como el que se vivió en junio de 1816, cuando la señora María Josefa Mijares fue a refugiarse en el convento de Santa Isabel, mientras tramitaba la demanda de divorcio contra su marido Mariano García. El pleito conyugal se hizo público y las autoridades abrieron un expediente que puso al descubierto la tormentosa relación de la pareja.
En las clases altas, era común que las jóvenes accedieran al cortejo alentadas por sus familiares. En torno a ellas se organizaban bailes, tertulias, veladas y otros eventos donde solían mostrar su instrucción, belleza o “adornos” como tocar el piano o cantar. Acciones como tirar el pañuelo, agitar o cerrar bruscamente el abanico, eran parte del ritual de cortejo entre hombres y mujeres en el siglo XIX.
Ante la insuficiencia de maestros, el gobierno decidió crear un cuerpo de profesores dispuestos a iniciar las labores de un apostolado renovado y comprometido con las comunidades y sus habitantes.