Se suelen utilizar los términos pirata y corsario como sinónimos. Su objetivo, al final del día, podía ser semejante: la obtención de un botín; sin embargo, la diferencia radica en que los primeros eran considerados simples ladrones sin ética ni control de nadie. Los segundos eran marinos, en su mayoría respetables en su oficio, que contaban con el permiso de un gobierno, la patente de corso, para saquear naves mercantes enemigas.