El 3 de febrero de 1868, los alumnos de la primera generación de preparatorianos entraron a sus clases, que respondían a un ambicioso plan de estudios de dos años.
Patentó algunas armas, como el conocido fusil Porfirio Díaz sistema Mondragón, una de las primeras armas automáticas del mundo y llamada así en honor a su benefactor.
El lábaro que ondeó sobre el Castillo de Chapultepec en el épico año de 1847, permaneció en Estados Unidos durante los siguientes cien años. En este artículo, el autor rastrea el destino que tuvo aquella bandera, así como el de tantas otras que fueron capturadas y catalogadas como “trofeos de guerra” durante los enfrentamientos ocurridos en la invasión norteamericana y que finalmente fueron devueltas en 1950.
De la magnitud de los lábaros viene su nombre oficial “Bandera monumental”, y para ser considerada como tal su asta debe tener una elevación de 50 metros de altura o más.
Las armas nucleares fueron proscritas en América Latina y el Caribe. Por medio del Tratado de Tlatelolco, 33 países del continente se comprometieron a no hacer pruebas nucleares que pongan en riesgo la paz.
Dentro de la milicia existieron personajes de alto rango que se mantuvieron fieles al presidente Madero y arriesgaron su vida en contra de los sublevados, como el general Lauro Villar.