Los jesuitas establecieron en la calle de Tacuba un noviciado llamado en principio de Santa Ana y desde 1676 de San Andrés, el cual se convirtió con el tiempo en un colegio jesuita.
Los avatares del destino le tenían dispuesto a Díaz un nuevo y significativo encuentro con soldados de la nación gala, solo que en circunstancias muy distintas a las sucedidas el siglo anterior.
Un comando armado, encabezado por el pintor chihuahuense David Alfaro Siqueiros, tomó por asalto la casa de Trotsky, pues como partidario del comunismo de Stalin, el artista planeaba asesinarlo.
Entre sus obras destacan el retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, los cuatro lienzos ovalados del crucero de la Catedral Metropolitana de la ciudad de México, las representaciones del vía crucis de la catedral de Puebla y del martirio de San Sebastián en el templo de Santa Prisca, en Taxco (Guerrero).
La prensa nacional y la extranjera estaban a la caza de la imagen más dramática, la más impresionante, la que retratara mejor el fragor de la guerra, sus protagonistas y la intimidad de los campamentos militares.
El 3 de febrero de 1868, los alumnos de la primera generación de preparatorianos entraron a sus clases, que respondían a un ambicioso plan de estudios de dos años.
Patentó algunas armas, como el conocido fusil Porfirio Díaz sistema Mondragón, una de las primeras armas automáticas del mundo y llamada así en honor a su benefactor.
El lábaro que ondeó sobre el Castillo de Chapultepec en el épico año de 1847, permaneció en Estados Unidos durante los siguientes cien años. En este artículo, el autor rastrea el destino que tuvo aquella bandera, así como el de tantas otras que fueron capturadas y catalogadas como “trofeos de guerra” durante los enfrentamientos ocurridos en la invasión norteamericana y que finalmente fueron devueltas en 1950.