Las aficiones más añejas en el gusto popular mexicano son habitualmente las adoptadas de la cultura española.
La tauromaquia, por ejemplo, es una de las primeras aficiones traídas a este continente. Menos de una década después de la caída de Tenochtitlan, los conquistadores y sus familiares ya habían establecido ganadería en México, y con ella el gusto por la lidia.
La hacienda de Atenco, en el Estado de México, es una de las más antiguas en proporcionar los bravos toros necesarios para el desarrollo de las famosas corridas, y fue justamente ahí donde un personaje de nombre Ponciano Díaz nació el 19 de noviembre de 1858. Hijo del caporal de la hacienda, Ponciano pasó su infancia aprendiendo el arte de montar y acostumbrándose al movimiento de los toros. Con apenas 19 años de edad ya gustaba “vestir de luces” al lidiar reses de Atenco en ferias regionales, las cuales eran insuficientes para la agilidad de Ponciano. Al ver que quería ser el torero número uno de México y contaba con calidad prometedora en sus movimientos, en 1878 se le permite tomar la alternativa en la tradicional plaza de toros de Puebla a manos del torero español Bernardo Gaviño.
Ponciano nunca desarrolló una gran elegancia en su forma de torear, pero gustaba de imitar los estilos que veía en los toreros españoles que visitaban nuestro país. Sobre todo se distinguió por incorporar su destreza en el caballo para clavar banderillas desde el corcel, cosa inaudita en aquella época. Así, tras años de práctica y con el corazón de la afición mexicana en su bolsillo, a Ponciano se le ofreció la oportunidad de tomar la alternativa en la considerada catedral del toreo a nivel mundial: Madrid. En un día perfecto para el toreo, Ponciano recibió “oles” a todo pulmón del público madrileño, reconocido por ser muy crítico y duro.
De esta manera, el “charro” conquistó la Madre Patria en octubre de 1889 y se convirtió en el precursor de los toreros mexicanos en el Viejo Continente. Una fecha tardía en la tradición de las justas, pero temprana para demostrar la innovación y calidad de los mexicanos que habrían de pisar la plaza madrileña.
“¡Por los cuernos! Ponciano Díaz” del autor Gerardo Díaz Flores y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 42.
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