La primera vez que se enfrentaron los ejércitos mexicano y estadunidense fue en la primavera de 1846, en Carricitos, Tamaulipas. Los invasores fueron derrotados, pero el presidente James Polk utilizó el incidente para que el Congreso de su país apoyara la declaración de guerra contra México.
A unas veinte millas al noroeste de Brownsville, Texas, a un lado de la carretera 281 del condado de Cameron, yace un extraño monumento prácticamente a mitad de la nada. Un antiguo cañón de hierro, en la yerma soledad de la llanura, parece apuntar de forma amenazadora hacia el sur, en dirección a México.
El monumento marca el sitio donde, hace 170 años, una patrulla de la caballería norteamericana se enfrentó a un contingente del ejército mexicano en el rancho de Carricitos. El incidente, conocido en Estados Unidos como la Escaramuza de Thornton, fue manipulado por la propaganda, las exageraciones y falsedades para ser convertido en el pretexto del presidente James K. Polk para declarar la guerra a México.
Frente a frente en el Bravo
Después de la rebelión y separación de la provincia de Texas de México en 1836, los problemas fronterizos surgieron casi de inmediato. A pesar de que el río Nueces había sido su límite histórico, Texas pretendió que su nueva frontera con México se estableciera trescientos kilómetros más al sur, hasta el río Bravo. Esa demanda la continuó Estados Unidos después de anexar Texas a su bandera nueve años después, el 29 de diciembre de 1845.
En enero de 1846, el presidente Polk, cuyo declarado propósito era expandir su nación a costa de territorios mexicanos, ordenó a su ejército cruzar el Nueces y establecer una posición militar en la orilla norte del río Grande (como le llaman en Estados Unidos al Bravo). La orden se ejecutó el 8 de marzo desde la aislada estación comercial texana de Corpus Christi, en la desembocadura del Nueces en el golfo de México.
El coronel David E. Twiggs, con siete compañías de dragones (caballerías) y una batería de artillería ligera, 23 oficiales y 378 hombres, fue el primero en vadear el Nueces. En los días siguientes avanzaron 3 500 soldados más con 307 carretas tiradas por bueyes o mulas; todos bajo las órdenes del comandante general Zachary Taylor.
La columna tomó rumbo a Matamoros por el camino del arroyo Colorado, un trayecto no muy agradable y difícil de seguir, con llanuras arenosas, escasa vegtación, poca agua, abundantes tarántulas y víboras de cascabel. El ejército invadía el estado de Tamaulipas, en territorio mexicano.
Días de tensión
Antes del choque en Carricitos hubo dos contactos entre ambos ejércitos. El 15 de marzo se dio un encuentro sorpresivo: una pequeña patrulla de seis hombres a caballo, conducida por el teniente Fowler Hamilton, se halló con un destacamento de cuatro soldados de caballería mexicanos al mando del teniente Ramón Falcón, quien de inmediato demandó saber qué hacían los norteamericanos en estas tierras. La respuesta de Hamilton fue que las tropas de su país se hallaban en ruta hacia el río Grande. Falcón le advirtió que México se opondría a cualquier avance y que reportaría el hecho a sus superiores. Sin más palabras, ambas patrullas dieron media vuelta y con recelo regresaron a sus posiciones.
No obstante la advertencia, cuatro días después dos grupos de exploradores se encontraron a la orilla del arroyo Colorado; los mexicanos dejaron en claro que el cruce de aquel afluente sería considerado un “acto hostil”. Sin embargo, la columna norteamericana continuó su avance sin encontrar una oposición efectiva.
El 28 de marzo el general Taylor marchó con sus tropas a tambor batiente y banderas desplegadas hasta alcanzar la margen norte del río Bravo. Ya frente a Matamoros, se dio a la tarea de construir un reducto que tiempo después sería llamado fuerte Brown, el cual al paso de los años se convertiría en la ciudad de Brownsville, Texas.
El comandante de la guarnición de Matamoros, general Francisco Mejía, prudentemente se mantuvo a la expectativa, ya que sus órdenes eran esperar refuerzos del interior del país. Quince días después llegaron más de cuatro mil soldados de la División del Norte a cargo del general Mariano Arista.
Con tropas fuertemente armadas en ambas riberas del Bravo, observándose unos a otros, la tensión crecía día a día. Los centinelas, a menos de noventa metros, con sólo el río de por medio, vigilaban cualquier movimiento de sus contrapartes. La paz se hallaba en vilo y, como escribió el historiador John D. Eisenhower, el conflicto parecía inevitable.
Finalmente, la madrugada del 25 de abril un destacamento al mando del general Anastasio Torrejón cruzó el Bravo como a quince kilómetros al oeste de Matamoros, por el camino a Reynosa, en un punto llamado La Palangana, buscando un sitio adecuado para que el ejército mexicano pudiera atravesar en los siguientes días.
El pretexto
El 9 de mayo, el reporte del combate en el rancho de Carricitos llegó a Washington. Entonces conformó el pretexto que tanto buscaban los políticos expansionistas, deseosos de un conflicto con México. El 11 de mayo el presidente Polk solicitó formalmente al Congreso estadunidense la declaración de guerra contra nuestro país.
“Sangre americana ha sido derramada en suelo americano”, afirmó Polk en un discurso en el que cuidó no aclarar que el incidente había ocurrido realmente en tierra mexicana o, por lo menos, en un territorio que ellos disputaban.
En menos de treinta minutos, la Cámara de Representantes decidió apoyar la solicitud del presidente con 173 votos a favor y sólo 14 en contra. En el Senado, el resultado fue cuarenta votos a favor contra dos. El 13 de mayo de 1846 el Congreso de Estados Unidos ratificó la existencia de un estado de guerra contra México.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Un pretexto para la guerra” del autor Ahmed Valtier y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 92