Veracruz estaba defendida por el general de brigada Juan Esteban Morales, 3 360 hombres y 89 cañones repartidos principalmente en los tres principales baluartes del puerto: los de Santiago, Concepción y San Juan de Ulúa; sin embargo, poco pudieron hacer ante la artillería de mayor alcance de los navíos invasores y sus 8 600 hombres.
“De todos los crímenes conocidos, el más atroz es el que consiste en hacer que estalle una guerra innecesaria; este crimen merece como ningún otro la ira de Dios y la execración de la humanidad. Es triste y humillante el hecho de que el Congreso americano se limitó a aprobar un decreto que bien supo que ocasionaría muchas quejas y lamentaciones, dolor y muerte”.
En 1805 cayó el más grande navío de guerra de su tiempo. Con él se iba una época en la que España dominó los mares del mundo. Apenas tres años después vendría la invasión napoleónica a la península, así como el inicio de los procesos independentistas y el desgajamiento de sus colonias en América.
El desventurado conquistador Francisco Hernández de Córdoba
Tras veinticinco años de la llegada de Cristóbal Colón al Caribe, los españoles habían colonizado La Española, Jamaica, Puerto Rico y Cuba, una porción de tierra firme en el Darién (Panamá) y otras pequeñas ínsulas. También habían “descubierto” Florida. A pesar de que el viaje de Cuba a la península de Yucatán podía cubrirse en seis días, fue hasta 1517 que Francisco Hernández de Córdoba y el piloto Antón de Alaminos enfilaron proa hacia el sur y oeste.
El poder de Esteban Cantú Jiménez en los años revolucionarios
A Cantú le tocó ese México bronco donde las balas eran ley y la estrategia político-militar era la diferencia entre la vida y la muerte. De 1911 a 1920 se estableció en la península bajacaliforniana para alcanzar de todos los modos posibles la meta que se había impuesto: llegar al poder. En ese tiempo, convirtió a Mexicali en la capital del territorio y en un gran foco de desarrollo regional, gracias en buena parte a su cercanía con Estados Unidos.
El peregrinaje de los restos de Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés por las tierras del Nuevo Reino de León, en 1805
La persona que nació y fue bautizada con el nombre de Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, con el tiempo creció, se educó y decidió no multiplicarse para abrazar la vida religiosa. Ejerció su vocación hasta que fue electo obispo de Linares en el Nuevo Reino de León. Y así como cualquier otro ser humano, un buen día se murió, y es aquí que empieza su historia, justo en… la hora de su muerte.
En este sitio se ubicó hace siglos el Colegio de San Miguel de Belén para mujeres, que décadas más tarde albergó a la cárcel más insalubre y temida por los opositores al gobierno de Porfirio Díaz. Así permaneció hasta 1934, cuando se inauguró el centro en el que se impartiría la educación socialista que tuvo su auge en el cardenismo, época en la que sus muros se llenaron de arte. Hoy sigue en funciones como un conjunto educativo público.
Uno de los libros mejor recibidos de Ramírez fue Datos para la historia del Colegio de Minería bajo la forma de efemérides, donde relata los acontecimientos más importantes de dicha institución ocurridos de 1777 a 1867.
Dublán es reconocido como uno de los mejores secretarios de Hacienda del siglo XIX; sin embargo, es poco conocido por ello. Además, es autor, junto con José María Lozano, de Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expendidas desde la Independencia de la República, un exhaustivo trabajo publicado en más de cuarenta tomos.
En la campaña presidencial de Estados Unidos en 1848, los opositores del general Zachary Taylor criticaban que su único “mérito” eran las muertes que había causado en la reciente invasión a México.