La prolija vida de Santiago Ramírez Palacios, nacido en la ciudad de México en 1836, lo llevó a escribir alrededor de doscientos estudios de diversa índole, hasta el momento de finalizar su longeva vida el 17 de enero de 1922, a los 86 años.
Su exitosa carrera comenzó cuando ingresó al Colegio de Minería a la edad de 22 años. Ahí destacó no sólo en sus estudios de beneficiador, ensayador y apartador de metales e ingeniero de minas, sino como orador y representante de sus compañeros. Al finalizar sus estudios era tal su fama que otros exalumnos y maestros le solicitaban su participación en los discursos de eventos oficiales relacionados con el colegio.
Llegó a pertenecer a varias de las más prestigiosas corporaciones científicas nacionales, como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística o la Sociedad Mexicana de Historia Natural. Este acercamiento con las mentes más importantes de su época lo llevó a desarrollar su sentido del deber para con la divulgación, así que en 1876 redactó un periódico llamado El Explorador Minero, donde dio a conocer sus experiencias profesionales en los diversos minerales privados para los que trabajaba, además de posicionar a los ingenieros como actores del bien común nacional, hombres de virtud y de progreso que deberían ser escuchados en el diseño de las políticas públicas. Ahí también criticó la anticuada legislación minera y la prioridad de reformarla. Su voz sería escuchada y en el gobierno porfirista la Secretaría de Fomento lo comisionó para realizar diversos estudios minero-legales, entre los que destacó el de los criaderos de carbón en la República.
Al estudiar diversas regiones del país, don Santiago reconoció que la labor de sus predecesores en la ciencia minera era poco reconocida y valorada, así que dedicó parte de su tiempo a redactar biografías vinculadas estrechamente con esa actividad. En esos documentos, sus dotes de escritor e historiador contribuyeron a que aún hoy sean valorados como buenas referencias.
Pero no todo fue ciencia en la vida de Santiago Ramírez. Conforme envejeció, tuvo tiempo para acercarse al mundo espiritual y promover la archicofradía del Apostolado de la Cruz, una asociación cristiana con la que colaboró con artículos de corte histórico sobre liturgia y, para sorpresa de varios colegas, fue muy bien aceptado. El patrimonio generado por años de trabajo lo donó de a poco a órdenes religiosas, obras pías y conventos, hasta que murió con escaso dinero en compañía de sus familiares.
El artículo "Santiago Ramírez Palacios" del autor Luis A. Salmerón se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 103.