¿Quién revivió la teoría conspirativa del magnicidio de Ramón Corona?

La teoría conspirativa del magnicidio de Corona, y la participación de Porfirio Díaz en ella, se avivó en los años posrevolucionarios, en particular luego de que el pintor y escritor Dr. Atl publicara sus recuerdos sobre aquel hecho, sucedido cuando era un adolescente que vivía en Guadalajara.

El Dr. Atl fue el responsable de dar nueva vida a una teoría conspirativa que había tenido mínimo eco en el tiempo del asesinato. En 1933 publicó el primer volumen de sus Cuentos de todos colores. Allí, entre relatos de ficción, dio a conocer su historia sobre Primitivo Ron. Eran los años también de la Revolución triunfante y del más duro antiporfirismo. En su texto, el excéntrico escritor y reconocido paisajista narra parte de su juventud en su natal Guadalajara, cuando acababa de cumplir catorce años y había decidido estudiar pintura. Como aprendiz en el taller de un “viejecito muy amable”, el artista Felipe Castro, cuenta que fue testigo del crimen contra Corona.

Aunque refiere de manera errónea datos básicos como el lugar del atentado (dice que fue en la calle de la Maestranza, en lugar de Degollado), en la memoria del Dr. Atl, aquel 10 de noviembre de 1889 su amigo el “loco Ron” está con dos tipos que parecen reprenderlo, al tiempo que, al otro extremo de la calle, ve venir al gobernador con su esposa. “En ese momento los tres hombres precipitadamente abandonaron el lugar en donde estaban y atravesando la calle se apostaron en una esquina”.

“El general venía vestido de ceremonia –levita negra cruzada, pantalón a rayas, sombrero de copa– y caminaba parsimoniosamente. Daba el brazo a su mujer. Su mujer vestía también de negro y llevaba sobre el pecho una gran cadena de oro con un reloj prendido hacia el lado izquierdo.

El general y su mujer llegaban ya casi a la esquina de la calle […], cuando Primitivo Ron se desprendió de los otros dos individuos […], y a paso lento se dirigió a la esquina que el general debía voltear y ahí espero un momento. Llevaba la mano derecha metida entre el saco y el chaleco, y al llegar el general junto a él se le echó rápidamente encima y lo acribilló a puñaladas […].

Primitivo Ron corrió a la esquina de donde había venido, y uno de los individuos que lo esperaban le hundió varias veces el puñal en el corazón. Primitivo Ron cayó sobre la banqueta chorreando sangre, con la cabeza sobre las piedras del arroyo y los pies junto a la pared.”

El joven Gerardo Murillo quedó paralizado. Llegó su maestro y, nerviosísimo, le narró lo que la gente contaba sobre el crimen, de manera distinta a como él lo recordaba:

“Yo le referí minuciosamente lo que había visto.

—Lo mejor será que te calles, me dijo, porque si dices algo te van a despachar al otro mundo. Esto es una cuestión política.

En mi casa me amenazaron si yo hablaba y me encerraron en un cuarto.”

El Dr. Atl también refiere que la gente no creyó la historia del suicidio. Magnificando el suceso, comentó: “¿Cómo era posible –decía todo mundo– que un hombre haya podido darse él solo cinco puñaladas en el corazón?”, y para rematar agregó: “En todas partes se contaba en voz baja que en aquel hecho sangriento estaba la mano de Porfirio Díaz, presidente de la República”.

Ricardo Cruz García. Egresado de la maestría en Historia por la UNAM, es profesor de la FES Acatlán de la misma institución. Se ha especializado en el estudio de la prensa mexicana y dedicado a la divulgación de la historia. Editor y colaborador en diversas publicaciones impresas y electrónicas, es autor de Nueva Era y la prensa en el maderismo (UNAM-IIH, 2013).

Cruz García, Ricardo, “¿Quién mató a Ramón Corona?”, Relatos e Historias en México, núm. 141, pp. 40-58

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El asesinato de Ramón Corona. Versión impresa.