La agonía de Ramón Corona

Ricardo Cruz García

Después de ser trasladado a su lecho, hasta catorce personas, incluidos los médicos, lo atendían para darle los primeros auxilios y facilitarle lo que requiriera. El diagnóstico no era nada alentador…

 

De la policía de Guadalajara, el gendarme Encarnación Rosales fue el primero en llegar al lugar, casi al momento de los hechos, pues estaba de servicio en una calle cercana. Después arribaron los oficiales Francisco S. Fuentes y Juan Hernández. Ninguno de los tres pudo hacer algo para impedir el atentado, pues, según lo declarado, solo alcanzaron a ver cuando el joven acabó con su vida y exhaló su último suspiro. Otros testigos también lo observaron convulsionarse y con una expresión horrible en el rostro. El cuerpo de Primitivo Ron quedó tirado por un rato en medio de la vía pública.

Mientras tanto, en Palacio de Gobierno, Corona se debatía entre la vida y la muerte, y una multitud ansiosa esperaba noticias del suceso afuera del recinto. Después de ser trasladado a su lecho, hasta catorce personas, incluidos los médicos, lo atendían para darle los primeros auxilios y facilitarle lo que requiriera. El diagnóstico no era nada alentador: una herida en la parte derecha del cuello, como de doce centímetros, que descubrió las vértebras y dañó la arteria vertebral; otra en el hombro derecho, de cerca de ocho centímetros; y la más grave de todas: una herida penetrante en la parte derecha del abdomen, debajo del pecho y de unos diez centímetros, la cual provocó la rotura del colon.

El reconocido doctor Perfecto Bustamante, director del Hospital de Belén de la ciudad, encabezó la atención médica al gobernador. Lo acompañaron los doctores Salvador Garciadiego, director de la Escuela de Medicina, y Fortunato Arce, académico y cirujano renombrado. Sin embargo, se veían pocas probabilidades de salvación del herido. Arce sugirió hacer una laparotomía (abrir el abdomen y explorar para detectar con precisión el problema), pero Bustamante se opuso argumentando que esa intervención quirúrgica era aún desconocida en Guadalajara y no iba a permitir ensayarla con don Ramón. Fortunato replicó que él sí la había hecho, y con buenos resultados. Cabe decir que ambos eran cercanos a la víctima y ya se habían enfrentado un año antes por una propuesta de reforma a la enseñanza médica, conflicto en el que tuvo que intervenir Corona para calmar los ánimos. Al final, prevaleció la opinión de Bustamante, quien se negó a realizar la laparotomía; esto provocaría que tiempo después se le acusara de complicidad en la supuesta conspiración contra Corona.

 

Ricardo Cruz García. Egresado de la maestría en Historia por la UNAM, es profesor de la FES Acatlán de la misma institución. Se ha especializado en el estudio de la prensa mexicana y dedicado a la divulgación de la historia. Editor y colaborador en diversas publicaciones impresas y electrónicas, es autor de Nueva Era y la prensa en el maderismo (UNAM-IIH, 2013).

Cruz García, Ricardo, “¿Quién mató a Ramón Corona?”, Relatos e Historias en México, núm. 141, pp. 40-58

 

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