El momento de la muerte de Ramón Corona en Palacio de Gobierno

Después del atentado, Corona todavía vivió quince horas más, aunque en un estado de dolor y agonía. Pese a ello, hablaba con claridad y se pudo despedir de su esposa Mary Ann y de su hija Elisa.

El doctor Bustamante le inyecta de nuevo morfina para que descanse un poco. El gobernador sigue preguntando qué hora es. El alba ya comienza a despuntar y don Ramón pide agua sin cesar, mientras se queja constantemente: “¡Ay, Dios mío!”. El diputado Luis Pérez Verdía, muy cercano a la familia, está presente en la habitación y Corona, con voz clara, lo invita a sentarse para que no se canse. Después dice a los médicos: “¿No creen ustedes que hay aquí poco aire? ¡Que abran las puertas!”. Para estos momentos, su pulso ya es casi nulo.

Finalmente, a las 7:55 de la mañana, el general Ramón Corona se despide de este mundo. Más tarde, su cuerpo es embalsamado y el féretro se coloca en el salón de recepción del Palacio de Gobierno, que pone su bandera a media asta y abre sus puertas de par en par para que familiares, políticos y numerosos ciudadanos den el último adiós al gobernador.

En contraste, el cadáver de Primitivo Ron es enviado al cementerio de Belén el 12 de noviembre y luego depositado en la fosa común. Después se sabe que alguien, al parecer en un acto de venganza, le mutiló el brazo con que dio fin a la vida de Corona.

Ricardo Cruz García. Egresado de la maestría en Historia por la UNAM, es profesor de la FES Acatlán de la misma institución. Se ha especializado en el estudio de la prensa mexicana y dedicado a la divulgación de la historia. Editor y colaborador en diversas publicaciones impresas y electrónicas, es autor de Nueva Era y la prensa en el maderismo (UNAM-IIH, 2013).

Cruz García, Ricardo, “¿Quién mató a Ramón Corona?”, Relatos e Historias en México, núm. 141, pp. 40-58

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