A lo largo de la década de 1920, en diferentes estados del país se impulsaron medidas antialcohólicas.
En 1929, durante la presidencia de Portes Gil, inició la campaña a nivel federal. Para entonces, hacía una década que en Estados Unidos se había aprobado la ley seca, pero las autoridades mexicanas optaron por seguir un camino distinto: en vez de la coerción y prohibición, se buscaría convencer a los mexicanos de los perjuicios del alcoholismo.
Lo harían a través de la propaganda y la educación, de modo que, por voluntad propia, eligieran la sobriedad. En esta decisión pesaron dos factores: por un lado, los efectos indeseados que estaba provocando la ley seca en el vecino país, tales como el surgimiento de bandas criminales y producción ilegal de alcohol; por otro, los importantes ingresos al erario que dejaba la producción de bebidas alcohólicas.
En mayo de 1929 se creó el Comité Nacional de Lucha contra el Alcoholismo, formado por representantes de dependencias gubernamentales. Su finalidad fue establecer las directrices a seguir para el desarrollo de la campaña, cuyo lema sería: “Patria fuerte. Patria sana. Antialcoholismo”. A partir de entonces se publicarían miles de folletos, se imprimirían centenares de carteles y se dictarían conferencias con mensajes antialcohólicos, muchos de ellos dirigidos de manera específica a los niños y las mujeres, a quienes se consideraba agentes centrales de la causa temperante.
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Rojas Sosa, Odette María. “Patria fuerte, Patria sana”, Relatos e Historias en México, núm. 143. Pp. 16-21.
Odette María Rojas Sosa. Doctora en Historia por la UNAM. Autora de Instituto Nacional de Ciencias Penales. 40 años de historia (México, Inacipe, 2016) y La metrópoli viciosa. Alcohol, crimen y bajos fondos. Ciudad de México, 1929-1946 (México, UNAM, 2019). Sus investigaciones abordan temas relativos a la criminalidad, justicia, el vínculo entre consumo de alcohol y crimen, y los bajos fondos capitalinos en el siglo XX.
“Patria fuerte, Patria sana”