María Luisa Vega Ritter destacó desde muy temprana edad por sus excepcionales facultades para tocar el piano. Entre 1897 y 1898 visitó México, donde ofreció una serie de exitosos conciertos.
Para la monarquía española, enaltecer al rey Fernando III sirvió para reforzar simbólicamente su política respecto a Francia, que veneraba como patrono al rey san Luis IX, primo de Fernando por ser hijo de su tía Blanca de Castilla.
La muerte de su padre –el aclamado y boyante ingeniero y arquitecto Antonio Rivas Mercado famoso por diseñar la Columna de la Independencia del Paseo de la Reforma y a quien apodaba el Oso, debido a su corpulencia–, en 1927, colocó a Antonieta en una compleja y a la vez privilegiada situación: se convirtió en su albacea y principal beneficiada de buena parte de su fortuna. Aquello le permitió convertirse en la mayor productora y auspiciadora de incontables iniciativas y empresas culturales, muchas de ellas destinadas al fracaso, que contribuirían a la historia de la cultura y el arte en México.
En un hecho poco conocido, en 1615 el corsario Joris van Spilbergen, de la Compañía Neerlandesa para las Indias Occidentales, llegó a Acapulco con su tripulación enferma y hambrienta, y fue auxiliado por autoridades novohispanas. El corsario Joris van Spilbergen navegó por todo el océano Pacífico, desde Asia hasta América. En los Países Bajos recibió un trato de héroe por su contribución para aminorar el poderío comercial español.
Miles de falsas historias se leen en las redes sociales acerca de uno de los dibujos más hermosos del arte mexicano: un elegante busto de calavera, con sombrero redondo adornado con flores, que fue estampado por primera vez en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, a finales de octubre de 1913. Fue una impresión póstuma de su autor, José Guadalupe Posada, quien falleció el 20 de enero de ese año sin conocer la circulación de la llamada Catrina.
Calles como Santa Teresa la Antigua, Santa Inés, del Relox, de la Encarnación, Hospicio de San Nicolás, Cuadrante de Santa Catarina, son parte de un pasado por donde a diario, durante un cuarto de siglo, caminaba un hombre mirando e imaginando un mundo que plasmaría en un dibujo a fin de llevarlo a la plancha de piedra o de zinc para que, desde finales del siglo XIX y hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, los habitantes de la Ciudad de México tuvieran en sus manos (y a veces, colgadas en las paredes de sus casas) hojas de papel con un dibujo suyo.
De Posada se ha escrito mucho, pero se sabe muy poco. Pocos de sus contemporáneos dejaron alguna breve observación de un hombre que trabajó en tres estados de la República Mexicana, que fue grabador, caricaturista, ilustrador de decenas de publicaciones y libros e impresor de miles de grabados.
La pobreza y la soledad fueron los acompañantes de don Lupe cuando fue llevado al Panteón Civil de Dolores en 1913. Más tarde, sus restos fueron echados a la fosa común y aquel hombre se convirtió en una calavera del montón.
Desde los inicios del régimen porfirista se presentaron insurrecciones en el país. Este cartón, del genial Santiago Hernández, muestra a un joven Porfirio Díaz con un atuendo semejante al de Don Quijote, en la publicación del mismo nombre, afirmando “¡Conciudadanos! ¡La República está en completa paz!”.
En vida el enorme Juan Rulfo, acaso el escritor más valorado de la narrativa mexicana del siglo pasado, no escapó de dicho tormento propio de la supervivencia y la vida literaria y practicó toda suerte de oficios, algunos de ellos –se podría decir– los menos literarios del mundo. En un principio, sus obras –que hoy se venden como el pan caliente– carecieron de fama y fortuna. Su libro de cuentos lo regalaba de mano en mano, entre amigos y familiares, y su novela fue unánimemente mal recibida por la crítica mexicana. Ambos, pues, resultaron verdaderos fracasos comerciales.
La de Alejandría, creada por orden de Alejandro Magno en el siglo IV antes de nuestra era, sería la materialización del sueño de tener una biblioteca universal que almacenara las más y mejores obras generadas por el ingenio de las sociedades, con las que además miraban hacia la posteridad. Sería tal vez inmortal. Quizá también una que en definitiva aclarara “los misterios básicos de la humanidad”, “en todos los idiomas”, como escribió en 1941 Jorge Luis Borges, a propósito de su biblioteca de Babel, protagonista de su cuento homónimo. Pero la de Alejandría, que según se estima alcanzó centenas de miles de rollos en sus mejores épocas, no ha sido el único esfuerzo que ha cristalizado esa ambición de acumular el mayor conocimiento generado en el mundo, pues incluso en el entorno virtual de este tiempo, con Wikipedia –con mucha mejor suerte en cuanto a número de visitantes se refiere–, esto se mantiene vigente.
Santa Anna estaba orgulloso. De acuerdo con su testimonio en Mi historia militar y política, el ejército de 18,000 hombres que comandaba causó gran admiración al pasar por San Luis Potosí. “Cuatro divisiones, equipados de todo, instruidos y con buen material de guerra” se encaminaron hacia Saltillo para desaparecer a las fuerzas estadounidenses de Zachary Taylor. Entre la tropa, la opinión difería bastante. Reclutados por la fuerza, mal pagados, mal alimentados y escasamente arropados para el invierno en el norte del país, estos hombres caían por la fatiga o procuraban escapar a la primera oportunidad.