¡Cuánto habrá lamentado Victoriano Huerta no haber despachado a Pancho Villa, cuando ya lo tenía en la mira del pelotón de fusilamiento!
En 1912 durante el gobierno de Madero, Pascual Orozco se había rebelado porque el presidente incumplía el programa revolucionario por el que habían peleado en 1910. La conflagración se extendió por varios estados norteños y el ejército federal tuvo que ser reforzado con las fuerzas irregulares revolucionarias. Pancho Villa regresó a las armas para combatir a Orozco, y a solicitud de Madero tuvo que subordinarse, a regañadientes, a un comandante del porfiriato, que además era reconocido por su odio a los revolucionarios: Victoriano Huerta.
Por pura lealtad Villa puso su mejor parte para llevar la fiesta en paz, pero los roces con Huerta eran inevitables, por cuestiones disciplinarias o, en el fondo, por visiones distintas de la lucha.
Una noche, el comandante de artillería, teniente coronel Guillermo Rubio Navarrete, encontró furioso a Huerta: “He tenido informes de que Villa quiere sublevarse. Tome usted la fuerza necesaria, ametralle el cuartel de este hombre y no me deje ni astillas...” Sus tropas rodearon el cuartel villista, pero antes de atacar el teniente decidió cerciorarse de la situación; encontró todo en calma y a Villa y varios oficiales durmiendo en un cuarto. Navarrete suspendió el ataque y dio el parte al jefe del Estado mayor.
Al amanecer le avisaron que Villa iba a ser ejecutado y corrió al patio donde lo encontró frente al pelotón de ejecución. De inmediato ordenó suspender la ejecución suponiendo que Huerta no había recibido su informe. Villa, sorprendido porque no hubo juicio ni acusación en agradecimiento le obsequió su caballo y su espada, y juró y perjuró que no había intentado sublevarse. El teniente lo llevó ante Huerta y gracias a la intervención de Raúl y Emilio Madero se decidió que Villa fuese embarcado a la Ciudad de México para ser procesado militarmente. Pancho Villa vivió para contarlo, y Huerta supuso que se había desecho para siempre del jefe guerrillero.
En un telegrama que el federal le mandó al presidente Madero no esconde su deseo de acabar con Villa e insiste en los infundios para que el ejército lo refunda en la prisión militar de Tlatelolco.
Al parecer Madero no quiso entrar en conflictos con su general y mantuvo a Villa encerrado. Pero en diciembre Pancho Villa se fugó de la cárcel y logró llegar a El Paso, Texas. Madero fue asesinado en febrero, y pocos días después el Centauro se internó en Chihuahua con ocho guerrilleros a caballo... Un año después, al mando de 22 mil hombres, se apostó frente a Torreón dispuesto a terminar con el ejército de Victoriano Huerta.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El fusilamiento de Pancho Villa” del autor Alberto Sánchez Hernández y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 23.
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