Al gobierno santannista se le reprochaba que gastara recursos en erigir un nuevo y lujoso teatro, mientras Ciudad de México continuaba siendo un lugar sucio y peligroso para vivir.
La parte izquierda de la lámina de Murguía cuenta una historia cuya secuencia se lee de izquierda a derecha. Se muestra una imagen con la frase “Voto general”, un cañón jalado por el pueblo, representado por indígenas y hombres con sombrero de copa y traje, que era la manera como se mostraba a la clase media de la época. Se perciben también unos militares y quizá obreros que portan un bombín. Esta multitud expresa el movimiento del pueblo hacia el montículo del Estado, lo que da la idea de que este último elemento es consecuencia del primero.
El cañón arroja proyectiles que al parecer son votos y no balas como tal, lo que indica que fue pacífica la “revolución” que depuso a Santa Anna en diciembre de 1844. Las balas llevan el nombre de catorce departamentos –designación dada a los estados de la República durante el centralismo– y dos guarniciones militares.
Es difícil saber si el orden o dimensión de estas balas tuvieron expresión en hechos reales. Lo que sí se detecta, nos cuenta la historia, es que el “proyectil” correspondiente al departamento de Jalisco es el primero que golpea al dictador. Esto refiere al pronunciamiento en Guadalajara de Paredes y Arrillaga de octubre de 1844, mismo que logró múltiples adhesiones del centro y norte del país.
Frente a la rebelión, el ministro de Guerra confirió autoridad militar a Santa Anna, quien rápido procedió a marchar hacia Querétaro para reunirse con sus tropas. Sin embargo, la decisión del ministro correspondía al Congreso, que pronto lo acusó de haber usurpado funciones. Los miembros del gabinete hicieron caso omiso a las disposiciones del cuerpo representativo y el 30 de noviembre de 1844, Valentín
Canalizo, presidente sustituto, decretó la suspensión del Congreso, la continuación de la presidencia de Santa Anna/Canalizo y la instrucción de que el gobierno adoptara todas las medidas necesarias para regresar a Texas al orden republicano.
Pronto, varias corporaciones civiles de la capital y de la ciudad de Puebla desconocieron al gobierno de Santa Anna, quien inmediatamente instruyó a Canalizo que combatiera con fuerza a la oposición. La instrucción no llegó a tiempo, pues al mediodía del 6 de diciembre de 1844 diversas unidades del ejército en la capital desertaron al régimen y apoyaron la “revolución de las tres horas”: para las tres de la tarde de ese día todo había terminado.
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