La llegada del automóvil a México cambió la movilidad de algunos sectores de la población, además de que el paisaje urbano tuvo que adaptarse a su uso. También arribaron algunas diversiones, como las carreras de los bólidos
Luego de varios años de enfrentamientos armados fue promulgada una nueva Constitución Política de la República en 1917. Esto alentó la esperanza del inicio de un periodo de paz propicio para retomar el camino hacia la modernidad, representada, entre otros aspectos, por la llegada de los primeros automóviles al país años atrás, en 1903. Aunque eran innegables los beneficios por el uso de los automotores, un reportero del periódico El Pueblo advertía en la edición del 22 de febrero de 1917 que los conductores “atraviesan las calles y avenidas, como si fueran disputándose el triunfo del que corre más”, y provocan “desgracias numerosas, por la velocidad”.
En efecto, el moderno medio de transporte se convirtió simultáneamente en un rasgo de distinción para el sector con los medios suficientes para adquirirlo y en un peligro para los transeúntes. Simultáneamente, los empresarios de los espectáculos encontraron en las carreras de autos una opción recreativa basada en la alta velocidad de los coches, y para ello aprovecharon la pista del Hipódromo de la Condesa. La curiosidad de una competencia poco conocida, con tripulantes de aquellos bólidos, cautivaba a los espectadores, que quedaban expuestos al peligro de un accidente.
Miguel Ángel Vásquez Meléndez. Doctor en Historia por El Colegio de México. Ha sido analista en el Archivo General de la Nación. Entre sus libros destacan Fiesta y teatro en la Ciudad de México (2003), México personificado. Un asomo al teatro del siglo XIX (2012), Entre la diversidad y la especialidad. Enrique de Olavarría y Ferrari en los orígenes de la historiografía teatral mexicana (1869-1896) (2016) y Los patriotas en escena (2018). Actualmente es investigador en el INBAL-CITRU.
Vásquez Meléndez, Miguel Ángel, “Rápidos, furiosos y... muertos”, Relatos e Historias en México, núm, 141, pp. 26-29.
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