La llegada del automóvil a principios del siglo XX

Varios automóviles circularon a velocidad moderada durante un desfile incluido en el programa de los festejos conmemorativos de la batalla del 5 de Mayo. Las modernas máquinas transitaron entre flores, confeti y serpentinas desde el bosque de Chapultepec hasta la calle de Madero, e iluminaron con sus faros las calles de la romería.

Los autos fueron incorporados a los festejos urbanos y paulatinamente sustituyeron a los carruajes; un rasgo de modernidad se imponía sobre otro relacionado con la tradición. Sin embargo, el automovilismo deportivo continuaba sometido a la crítica en los diarios.

Desde tiempo atrás, varios editorialistas y críticos se opusieron a las corridas de toros, al considerarlas prácticas que incitaban a la violencia y obstaculizaban el tránsito hacia el progreso social. El 9 de septiembre de 1917, un periodista que firmó con el seudónimo de Calcetero, comparó, en las páginas del tabloide El Fifí, las “trágicas carreras de autos que en cada ocasión que se han efectuado han tenido un epílogo de sangre” con las corridas de toros. Subrayó la inseguridad padecida en las competencias y el carácter retrógrado y sanguinario de las lidias y terminó su nota con una interrogante: “¿Cuál espectáculo es más bárbaro, la tauromaquia o el automovilismo?”. A los lectores correspondió reflexionar al respecto.

Miguel Ángel Vásquez Meléndez. Doctor en Historia por El Colegio de México. Ha sido analista en el Archivo General de la Nación. Entre sus libros destacan Fiesta y teatro en la Ciudad de México (2003), México personificado. Un asomo al teatro del siglo XIX (2012), Entre la diversidad y la especialidad. Enrique de Olavarría y Ferrari en los orígenes de la historiografía teatral mexicana (1869-1896) (2016) y Los patriotas en escena (2018). Actualmente es investigador en el INBAL-CITRU.

Vásquez Meléndez, Miguel Ángel, “Rápidos, furiosos y... muertos”, Relatos e Historias en México, núm, 141, pp. 26-29.

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