El insólito caso del Colegio de la Santa Cruz en el siglo XVII

Antonio Rubial García

En el Colegio de la Santa Cruz del siglo XVII, las prácticas religiosas incluían rituales penitenciales. Como prácticas ejemplares, los frailes de la Santa Cruz llegaban a portar cruces, sogas y coronas de espinas; incluso, hacían que les dieran bofetadas, les tiraran de las cuerdas y los pisotearan, intentando vivir en carne propia el suplicio de Cristo.

 

En 1683, llegaban a Querétaro los franciscanos apostólicos para fundar un colegio de Propaganda Fide que se haría cargo de las misiones de la Sierra Gorda. La nueva institución necesitaba limosnas y tuvo que abrirse un espacio propio y entrar en competencia con el clero secular y con las otras órdenes religiosas: jesuitas, carmelitas, dominicos y los propios franciscanos de Michoacán que no veían con buenos ojos que este nuevo colegio llegara a ocupar el edificio del cerro de Sangremal que ellos tenían como su noviciado.

Parte de la labor de los nuevos padres apostólicos se dirigió así a ganarse a la población local por medio de la predicación, de la administración sacramental y de la introducción de prácticas penitenciales espectaculares. En ellas, los frailes portaban sobre sus espaldas y cabezas cruces, sogas y coronas de espinas y hacían que legos y donados les dieran bofetadas, les tiraran de las cuerdas y los pisotearan.

Con la predicación y tales ejemplos, nos dice el cronista Isidro Félix de Espinosa, la ciudad de Querétaro ya no fue más lugar de fandangos y deleites, ya no se escuchaba en él “el arpa ni la guitarra, todo era rezar y sermones”.

A partir de entonces, el colegio puso en marcha varias estrategias para imponerse como una institución rectora en Querétaro. Una de ellas fue promocionar el culto a una cruz de piedra que se encontraba dentro del templo que los frailes habían ocupado, señalando que hacía milagros. Además, difundieron la noticia de que dicha cruz se había aparecido en el cielo durante una batalla mítica entre los caciques otomíes cristianos, fundadores de la villa, y los “bárbaros” chichimecas, quienes se convirtieron a la fe católica a partir del prodigio.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #144 impresa o digital:

Bandidos Legendarios. Versión impresa.

Bandidos Legendarios. Versión digital.

 

Recomendaciones del editor:

Si desea saber más sobre la vida religiosa en la época novohispana, dé clic en nuestra sección “Historia de la religión”

 

Antonio Rubial García. Doctor en Historia de México por la UNAM y en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla (España). Se ha especializado en historia social y cultural de la Nueva España (siglos XVI y XVII), así como en cultura en la Edad Media. Entre sus publicaciones destacan: La Justicia de Dios. La violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo (Ediciones de Educación y Cultura/Trama Editorial, 2011), El paraíso de los elegidos. Una lectura de la historia cultural de Nueva España (1521-1804) (FCE/UNAM, 2010), Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de sor Juana (Taurus, 2005), La santidad controvertida (FCE/ UNAM, 1999), La plaza, el palacio y el convento. La Ciudad de México en el siglo XVII (Conaculta, 1998).

 

Title Printed: 

Las endemoniadas de Querétaro