La delimitación de la megalópolis en el decreto de 1996 incluía a los municipios cuya localización, nivel de vulnerabilidad ante posibles desastres y características naturales ofrecieran condiciones adecuadas para la expansión urbana y la estructuración megalopolitana.

Sin embargo, su naturaleza dinámica y diversa ha imposibilitado acotarla dentro de límites inamovibles por periodos prolongados. Al margen de que cuenta con zonas altamente productivas para el país gracias a la centralización de la que suele beneficiarse, la megalópolis mexicana –al igual que otras del mundo como la de la Costa Este de Estados Unidos; la japonesa con Kioto en su núcleo, o El Cairo en Egipto y Lagos en Nigeria– se ha caracterizado por un desarrollo económico desigual, su imposible gestión bajo un solo organismo y un abastecimiento irregular de servicios básicos como agua y drenaje, entre otros aspectos.

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