Los gobiernos posrevolucionarios no le perdonaron a Naranjo su cercanía con el régimen golpista de Huerta, por lo que nunca más ocupó un cargo público.
En 1906 un grupo de entusiastas taurófilos formaron la Nueva Empresa El Toreo S.A. para llevar a cabo la construcción de la que según ellos sería “la mejor plaza del mundo”.
Durante los últimos años del virreinato y bajo el más puro ambiente de la Ilustración se prohibieron las corridas por considerarse bárbaras y sangrientas.