Perdidos en el hielo

Luis Arturo Salmerón

La expedición perdida de Franklin estaba compuesta por dos de los barcos británicos mejor equipados de la época para los viajes en el Ártico: el HMS Erebus y el HMS Terror, ambos dotados con provisiones que teóricamente debían durar tres años. El mando recayó en John Franklin, un experimentado explorador que había formado parte de tres misiones árticas. El segundo al mando y capitán del HMS Terror, Francis Crozier, había participado en seis viajes a esta gélida región y en uno a la Antártida.

Los dos barcos zarparon de Inglaterra en mayo de 1845 con rumbo a Groenlandia. En agosto fueron vistos por última vez en la bahía de Baffin, entre la isla del mismo nombre y Groenlandia, cuando se cruzaron con dos barcos balleneros. Después de eso, el destino de la expedición era un misterio, pese a que el Almirantazgo inglés había organizado dos travesías marítimas y una terrestre para su búsqueda, las cuales regresaron con las manos vacías. Aparte, ofreció veinte mil libras a cualquier barco, de cualquier país, que prestara ayuda a las tripulaciones de los navíos perdidos.

Más tarde, en 1850 once barcos británicos y dos estadunidenses navegaron por el Ártico para tratar de hallar algún rastro de Franklin y sus hombres. En 1854 Gran Bretaña dio oficialmente por muertos a los tripulantes de los barcos perdidos; pese a eso, la búsqueda continuó.

Fue hasta 1859 cuando una expedición encontró en la isla del Rey Guillermo, en el archipiélago Ártico de Canadá, una nota del capitán Crozier con fecha del 25 de abril de 1848, la cual decía que a los barcos los había atrapado el hielo en el invierno de 1846 y así permanecieron por año y medio, hasta que los sobrevivientes decidieron abandonarlos. También informaba que veinticuatro tripulantes –entre ellos John Franklin– habían muerto, y que los restantes, al mando de Crozier, intentarían adentrarse por tierra hacia el sur de Canadá.

Tras ese hallazgo, muchas expediciones fueron encontrando vestigios de los aventureros perdidos: campamentos, tumbas, objetos en poder de los pueblos inuit –conocidos como esquimales– de la zona, pero ningún indicio de posibles sobrevivientes o de documentos que dieran cuenta del destino de Franklin y su grupo más allá de la nota de Crozier.

Más de cien años después, en 1981 un grupo de científicos exhumó los restos de los tripulantes encontrados en las diferentes búsquedas y la arqueología forense reveló cortes en los huesos que sólo podían atribuirse a la práctica del canibalismo. Entonces, el interés por reconstruir el destino de los miembros de la desdichada aventura renació y muchas expediciones científicas salieron en busca de vestigios. Así, en 2014 fue encontrado el HMS Erebus en aguas canadienses, cerca de la isla del Rey Guillermo.

El Erebus y el Terror habían sido derrotados finalmente por el mismo enemigo que diezmó a la expedición Donner miles de kilómetros al sur y que dejó el camino del norte de México sembrado de cadáveres de soldados nacionales: el terrible invierno de 1846.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “El terrible invierno de 1846” del autor Luis Arturo Salmerón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.