A Huízar regularmente no se le nombra cuando se habla de los grandes compositores mexicanos de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, la obra de este maestro de la sinfonía, plena del nacionalismo de la época y de un indigenismo musical llevado a altos vuelos, sería determinante en la formación de artistas como Blas Galindo, y José Pablo Moncayo.
La influencia del nacionalismo
La actividad compositora de Huízar es tardía. Aunque se conoce que comenzó a componer años antes, entre 1923 y 1924 intensifica su creación musical, pero aún no se separa por completo de la influencia de su maestro Gustavo E. Campa. Además, al año siguiente se gradúa del Conservatorio Nacional de Música. En este primer periodo Candelario aún tiene predilección por las grandes formas clásicas: el lirismo y el romanticismo francés.
Aunque en cuanto a estructura la música de Huízar responde a las formas europeas del romanticismo o el lirismo, fue uno de los primeros compositores que incorporó en sus obras sonidos de cantos y danzas indígenas. Ejemplo de ello es su segunda sinfonía llamada Ochpaniztli, o su cuarta nombrada Cora. Seguramente Huizar se tomó un tiempo para investigar sonidos de distintas etnias del país en sus lugares de origen, e incluso los creados en las urbes –presentes en su sinfonía número 3–, aunque principalmente le resultaban familiares aquellos provenientes de rituales de comunidades como los coras o huicholes.
Este interés lo llevó a retomar en sus obras ritos prehispánicos e incorporar instrumentos propios de la tradición indígena, como sonajas de semillas, chirimías (especie de flauta de madera), capullos secos con mariposas, o el huéhuetl y el teponaztli (instrumentos de percusión). En esto Huízar fue un precursor y con ello marcó un sendero por el que transitará el movimiento musical nacionalista en México.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Candelario Huízar” del autor Ricardo Lugo Viñas y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 86.