Plaza Río de Janeiro

Edgar Tavares López

¿Qué tiene que ver una plaza llamada Río de Janeiro con las calles de Colima, Orizaba, Durango, Puebla, de la colonia Roma? ¡Nada en absoluto! En 1905 las compañías fraccionadoras de las colonias Roma y Condesa solicitaron al Ayuntamiento bautizar sus calles con nombres de estados y territorios de nuestro país.

 

Se dice aún que los nombres de las calles de la Roma aluden a todos los sitios que visitó el famoso Circo Orrin, cuyo fundador don Edward Walter Orrin era el presidente de la Compañía de Terrenos de la Calzada de Chapultepec, S.A., fraccionadora de la Roma.

Don Salvador Novo, con una ironía muy especial, afirmaba que esta colonia fue la única que salió en defensa de los valores nacionales –en la etapa máxima del porfiriato– pero de una forma muy contradictoria: “[…] y sólo una tardía ola de compensador nacionalismo geográfico dio a una colonia Roma (pero Roma) nombres de ciudades mexicanas para sus Pueblas, Chihuahuas, Zacatecas, Guanajuatos, Tabascos”. Originalmente, la plaza o núcleo principal de la ya centenaria colonia Roma se llamó Parque Roma de acuerdo con los planos del fraccionamiento. Posteriormente, hacia los años veinte, los vecinos lo empezaron a llamar Parque Orizaba, seguramente porque la calle que lo atravesaba (de norte a sur) era la de Orizaba. Su último y absurdo nombre, Plaza Río de Janeiro, según los vecinos, se debe a que en los años cuarenta se estableció en la residencia de la familia Luján Baranda (contraesquina del templo de la Sagrada Familia), la embajada del Brasil.

Este caso, por desgracia, no es el único. El respeto a la nomenclatura original de nuestros enclaves urbanos más antiguos, y la conservación de su ambiente, deben ser acciones prioritarias de las autoridades competentes. 

 

“Plaza Río de Janeiro” del autor Edgar Tavares López se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, núm. 15.