Lo llamaban el Loco Sidar II

La tragedia
Tomás F. Arias Castro

Después de varios meses de acciones para asegurar el éxito del vuelo sin escalas hasta Buenos Aires, Sidar y Rovirosa escogieron el domingo 11 de mayo de 1930 como la fecha de inicio de su legendaria travesía. Pero, en lugar de partir de la Ciudad de México, se dispuso que el vuelo iniciase en la localidad de Cerro Loco, Oaxaca, pues debido a las dimensiones del Morelos se necesitaba de una pista bastante amplia para su despegue.

Pretendían pilotear por encima de la costa del océano Pacífico desde México hasta Chile. Al llegar a la ciudad de Valparaíso se desviarían hacia el este con dirección a Argentina.

Sin embargo, una vez que el Morelos arribó al espacio aéreo de la ciudad costarricense de Puntarenas, se enfrentó a una fortísima tempestad que obligó a sus pilotos a desviarse de su curso, cruzando entonces el territorio de Costa Rica de costa a costa hasta llegar al puerto Limón, en el mar Caribe.

Las condiciones climatológicas en dicha localidad eran peores y el Morelos no pudo aguantar más los embates de la recia tormenta. Todo parece indicar que fue impactado de súbito por un tremendo rayo, lo cual provocó no sólo su inmediato incendio, sino su precipitada caída en la playa costarricense de Cieneguita,[1] sitio en que el avión se estrelló a veinte metros de la costa, ocasionando la trágica muerte de ambos pilotos.

Ante la alerta de desaparición, se inició la búsqueda del avión y sus tripulantes. Una vez confirmado el deceso de Sidar y Rovirosa, el presidente costarricense Cleto González le comunicó a su homólogo mexicano, Pascual Ortiz Rubio, la trágica noticia, por lo que de inmediato se iniciaron una serie de gestiones diplomáticas para que ambos cadáveres fuesen repatriados a México.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Lo llamaban el Loco Sidar” del autor Tomás F. Arias Castro y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.

 

[1] José A. Giralt, 100 años de historia de la aeronáutica en Costa Rica, Cartago, Editorial Tecnológica de Costa Rica, 2012, p. 134.