Col. Martín Carrera, Del. Gustavo A. Madero, Cd. de México, C.P. 07070
La inestabilidad política en México durante el siglo XIX permitió a no pocos hombres alcanzar la presidencia del país. Algunos, como José Joaquín de Herrera y Antonio López de Santa Anna, ocuparon el cargo en varias ocasiones; otros, como Benito Juárez o Porfirio Díaz, lograron afianzarse en el poder por largos periodos. También hubo muchos que ocuparon la máxima magistratura por breve tiempo, como el general Manuel María Lombardini, presidente provisional del 8 de febrero al 20 de abril de 1853.
Lombardini nació en 1802 en la ciudad de México, cuando aún era la capital del virreinato de la Nueva España. En 1821 se unió a las tropas independentistas de Agustín de Iturbide bajo el mando del general Vicente Filisola. Durante el primer medio siglo de existencia del nuevo país, participó en muchas de las revueltas internas, pero también lo defendió de los invasores extranjeros en varias ocasiones. Peleó contra los rebeldes texanos en 1836, contra los franceses en 1838 y contra los estadunidenses en 1846 y 1847.
En febrero de este último año, durante la batalla de la Angostura, estaba al mando de la segunda división de infantería y era uno de los oficiales de mayor confianza de Santa Anna, general en jefe del ejército mexicano. Siguiendo las órdenes de éste, los hombres de Manuel María realizaron un inexplicable ataque frontal contra las posiciones norteamericanas: las bajas fueron terribles y el propio Lombardini fue herido en el rostro. Una vez recuperado, peleó el resto de la guerra, lo que le valió cierto reconocimiento a pesar de la derrota.
Para 1852, don Manuel era ya comandante de la guarnición de la ciudad de México, puesto desde el que conspiró para derrocar al presidente Mariano Arista y allanar el camino para el regreso al poder de su antiguo jefe, el general Santa Anna, a quien siempre le mostró lealtad. En enero de 1853 Arista renunció a su cargo y lo dejó en manos del ministro de la Suprema Corte de Justicia, Juan Bautista Ceballos, quien después de un mes y ante el empuje de los santannistas, renunció. Entonces, el general Lombardini quedó al frente del Ejecutivo.
Durante los casi dos meses y medio en que estuvo en la presidencia de México y a sabiendas de que su gobierno era transitorio, no nombró un nuevo gabinete ni realizó grandes obras, sino que dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a preparar unas elecciones para legitimar el último regreso de Santa Anna al cargo. Finalmente le entregó el poder el 20 de abril de 1853, después de organizar una solemne recepción militar en la villa de Guadalupe.
Como premio a su lealtad, Lombardini fue nombrado jefe del Estado Mayor del ejército y comandante general de la ciudad de México. Permaneció en ambos cargos hasta su muerte, a causa de una pulmonía, el 22 de diciembre de ese mismo año. Santa Anna ordenó que fuera enterrado con todos los honores militares en la iglesia de San Francisco, en la capital del país.
“Manuel María Lombardini” del autor Luis Arturo Salmerón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.