Pocas obras cinematográficas pueden relatar de manera sucinta, y en tan solo unas horas, cincuenta años de historia nacional. Memorias de un mexicano (Carmen Toscano, 1950) es probablemente el mejor ejemplo de una cinta que, a través de imágenes documentales, reconstruye medio siglo del pasado de un país.
“La mejor película mexicana”
En lo que constituyó un verdadero fenómeno mediático para la época, en 1950 se presentó uno de los filmes más grandes que ha visto la historia del cine nacional (el adjetivo alude tanto a la magnificencia artística como a la pretensión abarcadora de su relato): Memorias de un mexicano. En el estreno, artistas, políticos e intelectuales se dieron cita por igual: José Vasconcelos, Vicente Lombardo Toledano, Luis Cabrera, Diego Rivera, Salvador Azuela, entre otras personalidades, presenciaron antes que nadie la que, en palabras del escritor José Alvarado Santos, constituía “la mejor película mexicana” que se hubiera hecho hasta ese momento.
Pionero del cine
Pero, ¿qué es lo que hace que esta obra tenga la cualidad de excepcional? La respuesta se encuentra los albores de la cinematografía mexicana y en el relevo generacional de una familia de cineastas. Memorias de un mexicano es resultado de un trabajo de más de treinta años de memoria documental y de la participación de Salvador Toscano y su hija Carmen.
Salvador Toscano fue uno de los primeros mexicanos en conseguir una concesión de uso del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Su adquisición se produjo en 1897, tan solo un año después de que esta invención fuera presentada en nuestro país. Desde aquella fecha, Toscano dedicó su vida al llamado séptimo arte y a la filmación de imágenes documentales de todo México. Gracias a esa labor se constituyó uno de los archivos fílmicos más importantes de la nación, mismo que posteriormente llevaría su nombre.
El legado de Toscano incluye imágenes fundamentales que han contribuido a conformar nuestra imaginería del pasado mexicano, en especial sobre la Revolución. Particularmente importantes son sus filmes sobre la sublevación maderista de 1910 y los disturbios que antecedieron a la renuncia del presidente Porfirio Díaz, así como aquellos que documentan la participación de los principales protagonistas de dicha etapa histórica. Paralelo a ello, muchos otros de sus trabajos constituyen excelentes documentos de la vida cotidiana de nuestra nación.
Carmen Toscano
Memorias de un mexicano obtuvo su materia prima del archivo de Salvador Toscano, que incluía noticiarios y grabaciones de otros camarógrafos; sin embargo, no podemos considerarla como un simple ejercicio documental. Desde 1942, la escritora Carmen Toscano había iniciado la catalogación de los materiales fílmicos de su padre. En medio de aquella labor titánica, ella, acostumbrada a contar historias y escribir poesía, ideó la que se convertiría en la película nacional más ambiciosa nunca antes hecha. Su objetivo fue tener al México del siglo XX como protagonista y su elección fue entretejer el relato ficcional de un ciudadano que hubiera sido testigo de la época.
Aunque Memorias de un mexicano se centra en gran medida en los últimos años del Porfiriato y todo el proceso de la Revolución, el relato se hace a manera de flashback con una voz que narra desde 1950 y recuerda todos los acontecimientos que dieron forma a México durante el siglo XX. A lo largo de la obra desfilan no solo personalidades políticas, sino también costumbres, vestuarios, canciones, fiestas e incluso edificios, todos indicadores tangibles del paso del tiempo y del avance de la modernidad. En algún sentido, la película tiene semejanza con los murales de Diego Rivera, en los que aparecen retratadas muchas épocas y personas en un mismo espacio (tiempo, en el caso del filme), aparte de que se presenta una versión de la historia muy en tono con el nacionalismo y la imaginería de la época.
Para dar unidad y coherencia a las imágenes de tantos años, Carmen Toscano decidió incluir una narración en off y en primera persona que relata los acontecimientos. La voz elegida para contar la historia fue la de uno de los más brillantes locutores de la radiodifusión mexicana de la época: Manuel Bernal, mejor conocido como el Declamador de América.
La labor de musicalizar la obra correspondió a Jorge Pérez Herrera, quien seleccionó las piezas que ilustran los diferentes periodos que se muestran en el filme, entre ellas corridos sobre Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. Memorias de un mexicano es, por tanto, no solo un importante catálogo visual de nuestro pasado, sino también un documento sonoro que recupera algunas de las canciones populares mexicanas de la primera mitad del siglo XX.
Cine, memoria y patrimonio
Si el reconocimiento artístico fue inmediato, la valoración de su importancia histórica ocurrió diecisiete años después: en 1967 el Instituto Nacional de Antropología e Historia confirmó la esencia excepcional de Memorias de un mexicano al declararla Monumento Histórico del país. Entrevistada en ese año por Elena Poniatowska, después de que la película obtuviera la distinción, Carmen Toscano destacó su labor creativa, pero al mismo tiempo ratificó las características patrimoniales del filme: “Supongamos que en un terreno mío se descubre una pirámide; esa pirámide es de la nación, aunque el terreno sea mío. En el caso de la película es lo mismo. La película es mía, pero las imágenes son de la nación”. Tal es el valioso legado de Memorias de un mexicano.
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Memorias de un Mexicano