El juego político desplegado por las autoridades virreinales de Nueva España para hacer frente a la rebelión insurgente iniciada en 1810 implicó muchas veces acaloradas controversias entre los principales dirigentes del gobierno. Ello se vio claramente en el enfrentamiento que sostuvieron los generales Félix María Calleja del Rey y José de la Cruz luego de separarse en Guadalajara en 1811, el cual se agravó cuando el primero asumió el cargo de virrey en 1813. Las desavenencias se tensaron a partir de los tratos mutuos y se atizaron por la personalidad y el ego de cada uno, que no congeniaron desde que se conocieron. Los problemas tras el nombramiento de Agustín de Iturbide como comandante de Guanajuato significaron un episodio más de su larga disputa por el poder novohispano.