Es 1940, el compositor y escritor norteamericano Paul Bowles lleva dos años en nuestro país. Vive en Acapulco. Había venido a México buscando al enorme Silvestre Revueltas, por recomendación del compositor Aaron Copland. Por su parte, Tennessee había regresado a México con la idea de establecerse temporalmente aquí, “para retirarse del comercialismo de Broadway” y consagrarse al trabajo de algunos proyectos escriturales. Sabiendo esto, Bowles lo invitó a su casa en el puerto guerrerense.