La inmigración filipina durante el Virreinato

Jesús Hernández Jaimes

Los indios filipinos llegaron para sustituir a la mano de obra indígena –mermada por las pandemias– y con el tiempo empezaron a formar sus propias comunidades en las tierras de la región. La industria cocotera novohispana no puede entenderse sin los pobladores que llegaron de Asia, quienes expandieron el cultivo de esta especie en las costas del Pacífico.

 

Según la historiadora Déborah Oropeza Keresey, la mayoría de los indios chinos que vivieron en la jurisdicción de Acapulco entre los siglos XVI y XVIII trabajaban como esclavos en las haciendas cacaoteras de la región. Fueron llevados para suplir a la población indígena, cuyo número descendió dramáticamente a consecuencia de las epidemias introducidas por los españoles. Convivían con los esclavos africanos introducidos a través de la ruta Veracruz-Ciudad de México.

La población libre, compuesta por indios y negros chinos, formó pequeños caseríos por el rumbo de Coyuca. Fundaron también un barrio en el puerto de Acapulco, que podría ser el que hasta la fecha se conoce como La Guinea, en alusión a Nueva Guinea, de donde algunos eran originarios.

Según un testimonio de 1619, los indios filipinos o manilos acudían a la feria de la nao de China para convencer a los grumetes de su mismo origen étnico de quedarse a cultivar cocoteros en las fértiles tierras costeras.

Se cree que la palma de coco llegó de Filipinas a Colima en 1568, llevada por Álvaro Mendaña, y luego se extendió por ese lado de la costa, en el Pacífico. Se abrió así un área de oportunidad para los filipinos que contaban con una larga experiencia en el cultivo del cocotero y en la producción de tuba, una bebida espirituosa que alegra el corazón. Para ello, “cortan el racimo de cocos cuando están pequeños, y va por el pezón, destilando el zumo o jugo que había de criar los cocos, el cual recogen con unas calabazas, y cada día cortan de él una pequeña parte tan delgada como un real de a dos para que no se endurezca su remate y deje de manar”.

La llegada de los chinos a la Nueva España estuvo ligada, pues, al cultivo de la palma de coco y al cacao. Uno de los principales introductores de esclavos chinos durante la primera mitad del siglo XVII fue el capitán Pablo de Carrascosa, encomendero y alcalde mayor de Acapulco, el principal terrateniente de la región durante esa época. En 1647 en su hacienda más extensa, la de Nuestra Señora del Buen Suceso, ubicada entre las repúblicas de indios de Coyuca y Atoyac, tenía veinte esclavos, de los cuales doce eran chinos.

 

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Jesús Hernández Jaimes. Doctor en Historia por El Colegio de México y profesor de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es autor de La formación de la hacienda pública mexicana y las tensiones centro-periferia, 1821-1836 (2013) y Raíces de la insurgencia en el sur de la Nueva España (2002), entre otras obras. Con Catherine Andrews escribió Del Nuevo Santander a Tamaulipas. Génesis y construcción de un estado periférico mexicano, 1770-1825 (2012).

 

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