Los indios chinos en las costas de Guerrero

Jesús Hernández Jaimes

Los llamados indios chinos llegaron a la Nueva España provenientes, principalmente, de Filipinas, y se dispersaron por el puerto de Acapulco y sus alrededores.

 

Poco se ha escrito sobre la presencia y legado de la población asiática en Nueva España (y en México). Su proporción fue ínfima dentro del total de habitantes, sin embargo, en Acapulco y sus alrededores tuvo cierta importancia en virtud de que fue el punto de desembarco. Un paseo por los barrios de Coyuca de Benítez, y una pizca de perspicacia, bastan para advertir la ascendencia asiática de sus moradores.

Los ojos rasgados se armonizan con la piel morena y el pelo rizado o lacio, evocando los siglos de historia en que se anudaron las raíces africana, asiática, española e indígena, quizá como en ninguna otra parte de México. En los apellidos también reverbera ese pasado. Abundan los Tumalán, Nambo, Maganda y Dimayuga. Son apenas un atisbo del legado oriental, debido a que durante el periodo colonial los chinos, que no eran de China, fueron obligados a adoptar la religión católica, así como nombres y apellidos hispanos.

Indios y negros chinos

Las personas asiáticas desembarcaron de la nao de China o galeón de Manila durante los siglos XVI y XVIII como esclavos o miembros de la tripulación. Llamados indios chinos, eran originarios del sureste asiático, la India y, sobre todo, de Filipinas, entonces parte del imperio español. Con ellos también llegaron gentes nativas de África.

Esclavos negros e indios chinos se internaron y dispersaron por la Nueva España. Algunos se fueron asentando en el puerto y sus alrededores. Vale aclarar que se llamaba negros chinos a los esclavos de piel negra que llegaron por esta ruta, aunque tampoco provenían de China, sino de Nueva Guinea, Indonesia, Madagascar y de la región de Cafrería, ubicada, principalmente, en el actual Mozambique, en África oriental. Se designaba como negros cafres a los esclavos originarios de esta región. Con el tiempo, el vocablo cafre pasó a significar, según el Diccionario de autoridades de 1726: “hombre bárbaro y cruél”. Conserva ese significado hasta la fecha. En México también alude a los automovilistas imprudentes y agresivos.

 

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Jesús Hernández Jaimes. Doctor en Historia por El Colegio de México y profesor de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es autor de La formación de la hacienda pública mexicana y las tensiones centro-periferia, 1821-1836 (2013) y Raíces de la insurgencia en el sur de la Nueva España (2002), entre otras obras. Con Catherine Andrews escribió Del Nuevo Santander a Tamaulipas. Génesis y construcción de un estado periférico mexicano, 1770-1825 (2012).

 

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